viernes, 12 de enero de 2007

Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentado

«Colocado en el tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo, y les digo que tengan la certeza de que la semilla que entregamos a la conciencia de miles de chilenos no podrá ser cegada definitivamente... Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, se abrirán las grandes alamedas, por donde pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile, viva el pueblo, vivan los trabajadores!»
Salvador Allende

Han pasado dos días. El Domingo 10 de Diciembre de 2006 será siempre recordado, y celebrado. Porque ese día, se abrió una nueva Alameda. La que lleva a la Paz y a la Verdad.

El genocida ha muerto. He pasado mucho tiempo contemplando su rostro muerto, regodeándome en esa contemplación. Disfrutándola. Quizás dentro de un tiempo, pueda quizás lamentar que no fue condenado. Que la muerte ha sido para él un mal menor, de entre todos los que he deseado para él. Pero por ahora, no puedo más que alegrarme. Celebrar su muerte y el sufrimiento de su familia, y reir mientras observo sus lágrimas. Ojalá lo padezcan siempre con la misma fuerza que hoy. Ojalá que ese dolor no sea mitigado con el tiempo. Ojalá vaya acompañado por nuevos dolores, hasta que a todos ellos les llegue la muerte.

Ojalá
Ojalá que las hojas
no te toquen el cuerpo cuando caigan
para que no las puedas
convertir en cristal.
Ojalá que la lluvia
deje de ser milagro
que baja por tu cuerpo.
Ojalá que la luna pueda salir sin tí
Ojalá que la tierra no te bese los pasos.
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.

Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora,
un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos
que me lleve la muerte.
Para no verte tanto,
para no verte siempre,
en todos los segundos,
en todas las visiones.

Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.

Ojalá que la aurora no de gritos que caigan en mi espalda,
Ojalá que tu nombre se le olvide a esta voz.
Ojalá las paredes no retengan tu ruido
de camino cansado.
Ojalá que el deseo se vaya tras de tí
a tu viejo gobierno de difuntos y flores.
Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.

Ojalá pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora,
un disparo de nieve.
Ojalá por lo menos
que me lleve la muerte.
Para no verte tanto,
para no verte siempre,
en todos los segundos,
en todas las visiones.

Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.

Silvio Rodriguez
Y para aquellos que estos días permanecen en colas de llanto, lamentando la caída del asesino, les diré... Que nadie lamentará tampoco su muerte. Que son tan responsables como el genocida que ha caído, y que celebraré cada una de sus lágrimas, y cada gesto de dolor. Y por supuesto, que no se preocupen. Porque les espera el mismo infierno que a él, para que sus corazones vacios se pudran todos juntos.

Pequeña serenata diurna
Vivo en un país libre
cual solamente puede ser libre
en esta tierra en este instante,
y soy feliz
porque soy gigante.
Amo a una mujer clara
que amo y me ama
sin pedir nada
o casi nada
que no es lo mismo
pero es igual.

Y si esto fuera poco
tengo mis cantos
que poco a poco muelo
y rehago habitando el tiempo.
Como la cuadra
a un hombre despierto.
Soy feliz,
soy un hombre feliz,
y quiero que me perdonen
en este día
los muertos de mi felicidad.

Soy feliz,
soy un hombre feliz,
y quiero que me perdonen
en este día
los muertos de mi felicidad.

Sivio Rodriguez

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