domingo, 25 de noviembre de 2007

Silvio Rodriguez, La Maza

Si no creyera en la locura
de la garganta del sinsonte,
si no creyera que en el monte
se esconde el trigo y la pavura.

Si no creyera en la balanza
en la razón del equilibrio,
si no creyera en el delirio,
si no creyera en la esperanza.

Si no creyera en lo que agencio,
si no creyera en mi camino,
si no creyera en mi sonido,
si no creyera en mi silencio.

Que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera,
un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne con madera.
Un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena.
Que cosa fuera, corazón, que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera.
Un testaferro del traidor de los aplausos,
un servidor de pasado en copa nueva,
un eternizador de dioses del ocaso,
júbilo hervido con trapo y lentejuela.
Que cosa fuera, corazón, que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera.
Que cosa fuera, corazón, que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera.

Si no creyera en lo más duro,
si no creyera en el deseo,
si no creyera en lo que creo,
si no creyera en algo puro.

Si no creyera en cada herida,
si no creyera en la que ronde,
si no creyera en lo que esconde,
hacerse hermano de la vida.

Si no creyera en quien me escucha,
si no creyera en lo que duele,
si no creyera en lo que quede,
si no creyera en lo que lucha

que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera,
un amasijo hecho de cuerdas y tendones,
un revoltijo de carne con madera.
Un instrumento sin mejores resplandores
que lucecitas montadas para escena.
Que cosa fuera, corazón, que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera.
Un testaferro del traidor de los aplausos,
un servidor de pasado en copa nueva.
Que cosa fuera, corazón, que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera.
Un eternizador de dioses del ocaso,
júbilo hervido con trapo y lentejuela.
Que cosa fuera, corazón, que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera.
Que cosa fuera, corazón, que cosa fuera,
que cosa fuera la maza sin cantera.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Jesucristo Superstar

Llevaba mucho tiempo esperando este momento, y ahora que ha llegado, me veo obligada a escribir algo que no deseaba escribir. Más de un año esperando que se estrenara la obra, y muchos años más esperando a que alguien se decidiera a reestrenarla. Porque ver "Jesucristo Superstar" en directo era uno de mis sueños, desde hacía mucho, mucho tiempo. Y ahora sólo me queda decir que ha sido una gran desilusión.

Supongo que, en cierta forma, habrá mucha gente a la que le haya gustado. Sobre todo entre aquellos que hayan ido a verla sin expectativa alguna, y sobre todo, sin nada con lo que comparar. Lamentablemente no ha sido nuestro caso. Y sí, las comparaciones son odiosas, y en éste caso más.
Creo sobre todo que ha sido un fallo de dirección. Y también de promoción. Te cuentan que han actualizado el estilismo de la obra. Ves fotografías de la promoción con una imagen totalmente rompedora. Está ambientada en Irak, te dicen... ¿Irak? Sí, vale. Los uniformes romanos han pasado de ser de los "yankies de Vietnam" a los "yankies de Irak"... ¿y? ¿Qué más? ¿Judios en Irak? ¿Pero ese director sabía de qué estaba hablando?

Vale, nos han tocado los suplentes. Y deben ser los que más curran además, porque lo único que te aseguran es que los viernes y sábados en la última función, están los principales. El resto de la semana es como toca... aunque me da a mí que les debe tocar más a estos pobres.

Y de voces, bueno... la voz de Jesús era muy parecida a la de la película, y ha estado bastante bien. La voz de Maria Magdalena era bonita. El pobre Paco Arrojo como Judas no da el tipo ni de lejos, y para colmo, no se le entendía nada de lo que decía. Para eso haberla cantado en inglés... que seguro me entero más. Pero de interpretación... nada de nada. Y eso seguro que también es un error de dirección. Porque a fin de cuentas, es el director quien tiene que dirigir la interpretación y los sentimientos de los actores. Maria Magdalena era un palo seco. Ha cantado su canción principal como si estuviera hablando del tiempo. Judas... no sabía si quería la pasta, o no la quería, pero traiciona como una nena. El único salvable, Jesús, aunque de la angustia que transmitía el Jesús de la película no había más que una sombra. Le deben haber dicho "canta quieto", y el pobre es lo que hace.

Lo peor para mí, la letra de las canciones. Calzadas a presión para que rimen, pierden totalmente el sentido de las frases. Y yo me pregunto.. si se hizo una traducción anterior y quedó más o menos bien, ¿a qué viene retocarlas ahora, encima a peor? Y en vez de preguntar "morirás por mí" preguntan "resistirás por mí"... ¿pero a qué viene esa mierda de cambio? ¿Resistir de qué? ¿De no salir corriendo del teatro? María Magdalena pasa de estar asustada de lo que siente, a hacer una declaración de amor en toda regla. En la canción de Simón, en vez de predecir la destrucción de Jerusalem, parece anunciarles su propia muerte. Que nada que ver por cierto. La escena del huerto... cuando finalmente se desvela que Judas va a traicionar, ha quedado muy triste. Parecía más un grupo de botellón con un mal viaje, que la Última Cena. Y ya para colmo, Jesús le echa en cara a Judas traicionarle con un beso... antes de recibir el beso. Y luego se dan un abrazo... ¿pero éste señor director sabía algo de lo que estaba haciendo? No digo ya de historia o religión... pero lo mínimo haber visto la película o el musical... Digo yo.

Y patético, pero patético, ha sido Herodes. Quien por cierto, como Pilatos en su canción anterior no dice por qué le manda a Jesús, sale de la nada. Para que decir que Jesús es Galileo, y la potestad la tiene Herodes... Total, nos sacamos al gilipollas de Herodes de la manga porque sí, le ponemos a hacer unos tristes trucos de magia, y ale... ¡Ah, y que no interprete! Que total para qué, si le vamos a pagar lo mismo.

En fin, que ha sido un desastre. Menos mal que me queda y siempre me quedará el original. E iremos a verla otra vez, eso seguro. Un viernes o sábado por la noche que es cuando parece que trabajan los actores principales. Y a ver si la cosa sale algo mejor, cosa que dudo mucho. Pero una es fan... y qué se le va a hacer.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Concurso Zonanegativa

A petición de Alvaro voy a poner ésta entrada, aunque la verdad es que no lo tenía muy claro. Primero que nada, tendré que poneros en antecedentes, y espero hacerlo lo más resumidamente posible.

La semana pasada, no recuerdo si el lunes o el martes, y no tiene mucha importancia, Alvaro me comentó que había un concurso en una web sobre comics que visita habitualmente, y que el premio era un pack de DVDs de la primera temporada de "Héroes". Para concursar había que presentar un relato inédito que tratara sobre un héroe, y especificaba en las bases que debía explicar cómo descubre sus poderes, y en qué los utiliza. Así que me preguntó si le haría el relato.

Normalmente yo no hago relatos con esa tématica. El plazo para entregarlo terminaba el viernes a las 23:59 horas, y la verdad, es que se me complicó bastante la historia. No la historia en sí, porque conseguí crearla en mi cabeza, sino más bien el sacarla de ahí. La primera versión de la historia no le gustó, más que nada porque se me fue la vena sangrienta que se me va siempre (los pocos masoquistas que habéis leído una historia mía ya lo sabéis), y además porque en la historia terminaban todos los "malos" muertos.

Así que con los consejos y sugerencias de Alvaro, cambié algunas cosillas, y creo que quedó bien enlazada y más ajustada a los estereotipos heróicos (eso de que los "héroes" no maten a mí nunca me terminará de convencer). Y bueno, lo presentamos.

Total, que no ganamos. Alvaro tenía mucha fé en el relato. Yo suponía que habría relatos también bastante buenos, y desde luego, no pensaba en modo alguno que el mío fuera el mejor, pero sí que tenía oportunidades. Así que esperamos a que empezaran a publicar los relatos ganadores para valorar.

De momento he leído dos, porque los publican día a día. Y el segundo es buenísimo, realmente. De esos que en los Clanes yo hubiera valorado con un 10 redondo. Pero el otro... como yo siempre digo, le hubiera dado un 6 sólo valorando el esfuerzo. Pero ni siquiera estaba cerca del otro. Y comparando, el mío tiene muchas carencias, pero desde luego al menos la redacción es correcta (con algún lapsus aparte que he descubierto en una relectura posterior).

Y no soy la única que piensa así, visto los comentarios que el primer relato está recibiendo. No contra el autor, la verdad, que contra él nadie tiene nada, sino contra la valoración. Aquellos que han valorado, han llegado a comparar el estilo de ese relato con Saramago ¿?¿? Y vale, se parece en el hecho de que presenta párrafos de 7 o más líneas con frases únicamente separadas por comas. No se que les habrá hecho el punto, pero realmente, si quieres utilizar ese estilo, al menos debes colocar correctamente las comas. Que no es lo mismo decir "aquello fue para mi, lo mejor que me había pasado" que decir "aquello fue, para mí, lo mejor que me había pasado". La primera denota sentido, y la segunda opinión. Un ejemplo así de tonto resume todo el texto, además de que la trama no era para nada original, ni creativa. Dramática sí, pero en un exceso de victimismo que a mí, personalmente, no me gusta nada.

En fin, que Alvaro me pidió que colgara aquí al menos nuestro relato. Y a eso voy. Y ya de paso dejo el enlace a Zonanegativa.com, por si alguien quiere comparar.

"DESPERTAR A OSCURAS"
La luz de la consulta parpadea levemente cuando entro. El hombre de bata blanca, sentado en una mesa blanca repleta de papeles blancos, levanta la vista y agita la cabeza visiblemente contrariado.

- Recortes de presupuesto… lo único que nos faltaba es que nos cortaran la luz. – me sonríe mientras me siento delante de él, y yo esbozo una sonrisa de compromiso. No tengo tiempo, ni ganas, ni fuerzas, para una conversación trivial con mi médico. - ¿Y bien? Cuéntame...

Mira el reloj. Tengo tres minutos, no más. ¿Pero cómo hacer para contarlo todo en tres minutos?

Todo empezó hace siete meses. Volvía del trabajo bastante tarde, pero no más tarde que de costumbre. El traje me pesaba en el cuerpo, y me sentía sudoroso y cansado, como me ocurre siempre después de una actuación. Por que soy mago. Me gano la vida creando ilusión en la gente. Es mi don. Pero el maletín que llevaba no era una ilusión, y pesaba en mi mano como una condena.

Fue entonces cuando sentí la ligera vibración en mi bolsillo, y solté el maletín un momento para contestar al móvil. Ni siquiera pude comprobar quién llamaba. Sentí un fuerte dolor en la espalda, e incrédulo me giré sin saber qué era lo que esperaba ver detrás de mí. “¡Sujétalo¡ ¡Sujétalo!” Un hombre se lanzó sobre mí, y me golpeó en el cuello dejándome apenas sin respiración. Y yo no entendía las palabras del otro, pues estaba claro que no tenía opción alguna de defenderme. Un puñetazo en el estómago hizo que se me doblaran las rodillas, y fue entonces cuando caí al suelo, con las manos intentando arrancar el dolor de mi vientre. Después, una patada brutal en mi cara resonó acompañada del chasquido de mi nariz al romperse. Caí al suelo en posición fetal, intentando protegerme la cara y el torso, hasta que por fin dejé de sentir, como si me hubiera quedado dormido de repente.

No hubo luz blanca, salvo la de las lámparas halógenas del hospital en el que desperté horas después. Miré mis manos despellejadas y se me pasó la absurda idea por la cabeza de que no podría trabajar durante un tiempo. “No tengo dedos sanguinolentos en el maletín de magia”, pensé. Creo que fue la medicación, porque recuerdo que en aquél momento no sentía dolor alguno.

Una bolsa llena de recetas y pastillas me acompañó al salir del hospital, junto con mi maletín de magia y el resto de mis objetos personales. No faltaba nada. No lo entendí entonces. A mi alrededor sentía miradas extrañadas, murmullos y silencios. Había rumores de que junto a mí habían encontrado a otros tres hombres, y que su estado era mucho peor que el mío. Pero yo sentía como si un velo de oscuridad ocultara todos esos recuerdos.

El efecto de los calmantes llegó a su fin cuando llegaba a casa, oportunamente ante las escaleras. La bolsa del hospital me pesaba ahora como una condena, pero el maletín parecía haberse convertido en la losa de todos los pecados del mundo. Sentía crujir mis rodillas en cada escalón, deseando que fuera el último de mi vida. Eran dos pisos, pero para mí fue como ascender el Everest, y sin oxígeno, pues poco era el que llegaba a mis pulmones a través de mi nariz hinchada y taponada.

Mi casa estaba oscura y fría, apenas iluminada por la luz de las farolas que entraba a través de las ventanas. Arrojé mis condenas sobre el sofá, y me desvestí lo más rápido que pude. Desnudo, salvo por las vendas que me cubrían, me dirigí a la cocina sin encender luz alguna. Dos pastillas blancas que esperaba hicieran un efecto inmediato eran todo lo que deseaba. Dos pastillas blancas, y dormir. Y despertar quizás dentro de un mes, cuando todo ese dolor hubiera desaparecido.

Y por fin mis deseos se cumplieron. Dormí, como creí que nunca podría hacerlo. Un día y después otro, acompañado únicamente por unas pastillas blancas sobre la mesilla de noche. Mis heridas fueron remitiendo, y todo fue mejor cuando conseguí respirar normalmente, sin que la nariz o el pecho estallaran en cada aspiración.

Hasta que descubrí una nueva herida. Una que no había estado antes. Lo supe enseguida. Sabía de dónde provenía cada brizna de dolor. Y esa era nueva. Una línea delgada en el pecho, atravesando una de las pocas zonas que no habían tomado un color negro azulado. Me miraba en el espejo y observé el pecho desnudo, atravesado por esa extraña línea roja. No era muy profunda, pero sin duda debería haberme dolido cuando me la hice. Y dolor sobre dolor debía haber sido aún mayor si cabe. Pero no recordaba cómo había ocurrido. ¿Estaba ya ahí cuando me fui a la cama la noche anterior? No podría decirlo. Y el caso es que había zonas de mi piel que habían cambiado de color, oscureciéndose con el paso del tiempo, pero había otras partes en las que había manchas de un color extrañamente claro, rosado, como si fueran nuevos hematomas.

Acudí entonces por primera vez al médico. El hombre, de cabellos blancos y unos astutos ojos negros escondidos tras unas gafas de metal, me recibió amablemente. Debió sentir lástima de mi aspecto, aunque sin duda había mejorado mucho. Después comenzaron sus miradas extrañas, a cada nueva visita, a cada nueva herida o lesión que yo le mostraba.

Empecé a hablarle de mis sueños. Sueños que se sucedían incluso estando despierto. Imágenes perdidas que acudían a mi mente, y que yo sentía como si fueran recuerdos. Recuerdos que no recordaba haber vivido.

La sombra se deslizó lentamente, descendiendo sobre la fachada de oscuros ladrillos rojos. Apenas se podía distinguir su perfil, diluido entre otras sombras. Sombras alargadas y negras, casi espesas, en la oscuridad general de la noche.

Pero ésta sombra era diferente a cualquiera de las demás sombras. Era una sombra perdida. Una sombra sin dueño. Cambiaba de forma, mientras deambulaba a través de las fachadas, buscando la sombra de otros objetos. Ocultándose en ellas, para después aparecer claramente dibujada sobre la pared tatuada de firmas de colores. Era la sombra de un hombre, pero había abandonado a su dueño.

Sintió el eco lejano de unos pasos. El inconfundible sonido de unos tacones de mujer golpeando rápidamente la acera. La sombra se ocultó en otra sombra mientras el repiqueteo se aceleraba seguido de un murmullo de voces.

La mujer cruzó por delante de ella, sin verla. Su mirada estaba fija en el camino que le quedaba hasta llegar a su casa, quizás unos portales más adelante. Detrás de ella, un pequeño grupo de jóvenes, reía mientras la invitaba a unirse a ellos. La sombra se deslizó tras ellos, sin pensárselo siquiera, y suplantó la sombra de uno de ellos.

La calle desierta les dio seguridad y audacia. El alcohol sólo hizo aflorar sus más bajos instintos. Uno de ellos se adelantó y agarró a la mujer por el brazo. Otro de ellos envalentonado por la acción de su amigo, se colocó detrás de ella y la tomó por el cuello, arrastrándola hacia el callejón que se abría detrás de ellos como la boca de una cueva.

La mujer gritó y luchó por zafarse. La única respuesta que recibió fue en forma de vejaciones e insultos, y un golpe en la boca que rompió sus labios y los pintó con sangre. Se lanzaron sobre ella como animales sobre una presa acorralada, y el sonido de su ropa rasgada llenó la noche.

Pero la sombra también estaba allí, suplantando otra sombra. El hombre alzó la mano, buscando impulsó para asestar un nuevo golpe en el rostro de la mujer. La sombra entonces se golpeó a sí misma, y el hombre imitó el movimiento, golpeándose en el rostro con fuerza. La sombra tiró con fuerza de sus propias piernas, y el hombre cayó al suelo confundido sintiendo como su sombra tomaba el control de sus actos. Se deslizó hacia atrás, alejándose de la mujer, y el cuerpo del hombre se deslizó tras él, como si fuera una marioneta. El hombre intentó girarse, y recuperar el control de sus piernas. La sombra lo liberó entonces, pero no se ocultó. Se incorporó, y se mostró tal cual era. Una sombra negra, espesa. Tomó su propia forma humana. Como un hombre pintado en negro. Sus ojos se adivinaban como dos sombras aún más oscuras en su cabeza. Su boca era una cueva negra.

Los ojos de la mujer se abrieron desmesuradamente, y a través de sus propias lágrimas observó la sombra y tembló. Los hombres que la sujetaban descuidaron entonces su presa, pero ella fue incapaz de moverse. Sólo inconscientemente cubrió su cuerpo con las manos, intentando protegerse.

El hombre que permanecía tendido en el suelo se incorporó rápidamente. Tenía miedo, y retrocedió unos pasos buscando la seguridad que el grupo le proporcionaba. Otro de ellos en cambio avanzó hasta la sombra, golpeándola en el torso. Fue aire lo que encontró. La sombra pareció desdibujarse en el mismo momento en que recibía el golpe, y el impulso del mismo hizo que el agresor saliera impulsado hacia delante. La sombra se volvió entonces, nuevamente corpórea, y golpeó al joven en la espalda, lanzándolo contra la pared. El muchacho quedó inconsciente en el suelo.

La sombra se volvió entonces hacia el grupo que permanecía aún alrededor de la mujer. Pareció mirarles un momento, con sus ojos de sombra. Después, su silueta comenzó a cambiar. Una forma sin definir, pero cada vez más grande, hasta que se alzó casi a la altura de los grandes edificios que cerraban el callejón, absorbiendo cada sombra que encontraba a su paso. Incrédulos, tanto los hombres como la mujer pudieron ver como cada sombra del lugar se deslizaba hacia la forma oscura. Sus propias sombras parecieron despegarse de sus cuerpos, arrancando con ellas toda su fuerza. La forma apareció como una gran ola gigante, que se alzaba ante ellos esperando el momento de arrojarlos al abismo del mar. La mujer cerró los ojos esperando el golpe fatal. Los otros en cambio, intentaron huir de la negra ola. Pero ya no era posible. Cayó sobre ellos arrastrándolos hacia las profundidades del infierno, golpeando cada uno de sus huesos. Después, se retiró dejando un rastro de cuerpos rotos.

La mujer abrió los ojos al cabo de unos minutos. Había esperado la muerte, y le parecía que ya debía haber llegado. Cuando miró a su alrededor, sintió náuseas y vomitó violentamente contra la pared que la había protegido. Después se volvió, e intentó encontrar la sombra nuevamente. Sin comprender qué era lo que había pasado, avanzó entre los cuerpos inconscientes mientras con una mano sostenía los jirones de su ropa, mientras con la otra se asía a la pared para no caer.

La sombra observó como la mujer se marchaba. Sintió el dolor del sacrificio, mientras intentaba incorporarse. Observó por un momento sus manos despellejadas, y pensó “No tengo dedos sanguinolentos en mi maletín de magia”. Después cayó inconsciente, presa del dolor.

Ahora se que no son sueños. El mismo médico, la misma luz blanca de la consulta que parpadea de nuevo. El médico me mira como si estuviera loco, y su mano tiembla mientras firma la receta de un complejo vitamínico. Desea aparentar que no me cree, pero yo se que no es así.

Me levanto sin decir palabra, sosteniendo la receta entre mis manos. Siento como busca mi sombra, y como palidece por momentos.

- Ahora mi sombra y yo somos uno – digo, y la luz de la consulta parpadea y se apaga mientras salgo de allí.

martes, 13 de noviembre de 2007

El desamor

Bueno, leyendo hoy el Blog de mithril (parece que últimamente mis entradas se definen por los Blogs de los demás jejejeje) he visto un post suyo interesante sobre las fases por las que atraviesa una persona en el momento de una ruptura amorosa (podré el link a su blog al final, que para eso es el original ;)). Y sí que me pareció curioso, aunque quizás yo no concuerde al 100% con las 4 fases que ella define. Así que he decidido reorganizarlo un poco, según como lo veo yo.

1º Negación: No podemos creernos que ésto nos esté pasando a nosotros. Normalmente, la persona que "es dejada" ni se imagina ni se espera de lejos que lo que pasa por la mente de la otra persona. Así que, en un momento insignificante, quizás en una cena (hola amooooor :P) o en cualquier otro momento así de trivial, te lo suelta.

2º Interrogación: Esta fase se suporpone a la anterior durante un breve espacio de tiempo, y luego, simplemente, es la que predomina. Son las preguntas. Tanto las que se hace a sí mismo, como las que hace a la otra persona. Normalmente, las primeras se quedan sin respuesta, y las segundas no reciben la respuesta que se desea.

3º Concienciación: Aquí es cuando finalmente la persona es consciente de que su situación ha cambiado. Suele coincidir con el momento en que se queda a solas, y por primera vez esa soledad le parece una realidad tangible.

4º Luto: La persona llora. Vale que normalmente también ha llorado durante las dos últimas fases anteriores, pero aquí es donde sale nuestra vena más masoquista, pues es la fase en la que recordamos, nos ponemos canciones románticas, y en la que pensamos que todo tiempo pasado fue mejor, y nos lamentamos de todo lo que hemos perdido.

5º Rabia: Esta es personalmente la que más me gusta. Es el paso principal que nos lleva al final de todo el proceso. Aquí es cuando empezamos a hilar. En la fase luto hemos meditado, y la meditación nos ha llevado a ver cosas que en nuestra "absurda felicidad" nos habíamos negado a ver. Primero, sentimos rabia hacia nosotros mismos por no habernos dado cuenta de los detalles que presagiaban el desastre. Después, volcamos toda nuestra rabia en la otra persona. Y si es posible, se lo hacemos saber.

6º Indiferencia: Aquí es donde pasamos al punto de hacer pensar a todos que lo hemos superado, cuando realmente no lo hemos superado. Esta fase es como una montaña rusa, con subidones de energía y optimismo, y enormes pendientes que nos llevan de nuevo a la tristeza o la rabia (eso ya depende de la persona). Está quizás es la fase más larga. Muchos la confunden con la fase final, porque se adorna con frases como "Seguro que era mejor así", o "Si no me quiere no me merece". Pero no hay que llevarse a engaños. Son frases de autoconvencimiento, necesarias, pero que todavía no creemos.

7º Superación: Y final. Porque ésta es la fase más corta de todas. Sin darnos cuenta, hemos llegado a un punto en el que no necesitamos repetirnos contínuamente lo bien que estamos sin la otra persona. Y nos damos cuenta de que cada vez que la vemos no tenemos que alardear de gran felicidad. Simplemente, está ahí. Queda el recuerdo de lo que fue. De lo bonito. Porque el cerebro humano es lo que tiene, una gran capacidad para olvidar el dolor, y recordar sólo lo bueno.

Y he ahí mi ejercicio de esta noche. Es posible que éstas fases varien, e incluso se repitan a lo largo del tiempo. Eso ya depende de la persona, y de las circunstancias de la ruptura. Hay gente que apenas puede pasar de la fase de la negación. Es el caso de mi ex, por ejemplo. Y hay otras que aceleran el proceso conscientemente, como es mi caso. Porque como mi fase preferida es la rabia, tiendo a acortar la fase duelo al ritmo de "I will survive", y paso rápidamente a la fase de rabia. Pero personalmente creo que lo más sano es pasar por cada fase con el tiempo que cada fase requiere.

El problema es, que como todos sabemos, ya estamos más o menos resabiados en estas lides. Quizás por eso es el primer amor el que mejores recuerdos nos deja, porque también es el que superamos más sanamente.

Besos!! (en especial para mith ;***)

domingo, 11 de noviembre de 2007

Ocupas aéreos

Bueno, la verdad es que viendo el Blog del "Comedor de Sugus Azules", he visto que ha recuperado las antiguas entradas acerca de la Guerra Pajaril, ahora denominada Aves Wars. Y la verdad, me pareció apropiado recuperar la entrada que dio origen a esta guerra interminable.

Ocupas aéreos
Hoy me ha tocado madrugar. El enano sabe y es consciente de que ayer me fui a la cama sobre las 5 de la mañana, y que después de la noche de ayer, lo que menos me apetecía era madrugar... pero por una puñetera vez el técnico de la caldera ha sido puntual ¬¬ Lo pensé cuando me fuí a la cama anoche. Ya me habían avisado de que se pasaría de 8 a 10 de la mañana, pero una cuenta con que cuando le dicen "pasará un técnico por su domicilio de 8 a 10 de la mañana" en realidad le están queriendo decir "intentaremos ir a primera hora, pero seguramente iremos por la tarde". Para algo una trabaja en atención al cliente. Yo lo sé. Es así.

Realmente, ni siquiera era consciente de que se me había roto la caldera hasta que, hace dos días... es decir, después de la fatídica noche de las bolas rosas... me levanté de la cama totalmente sonámbula a por café y me di cuenta de que no había agua. ¡Maldición! No voy a entrar en detalles acerca de la mala ostia con la que me levanto habitualmente y de la que Elen ha sido víctima y testigo. Pero si encima no tengo café... ¡me vuelvo asesina! Un consejo, no vengáis nunca a visitarme antes del primer café de la mañana.

Me asomé a la ventana... no me preguntéis que pretendía ver por que ni yo misma lo sé. Supongo que pensaba que con mi supersónica vista hipermétrope podía distinguir algún cartelito de esos de "corte de agua en la C/ Tal Pascual de tal a tal hora..." E intenté hacer memoria de si al volver a casa el día anterior había visto yo algún cartél. Ahora me pregunto... ¿volver de dónde si no había salido de casa en todo el día? Pero bueno, estaba dormida y sin café, así que no le voy a pedir más a mis neuronas.

Incapaz de descifrar el misterio del agua cortada, regreso a la cocina ya de mal humor cuando a través de las legañas intuyo un papel en el suelo que un "alguien" misterioso había colado por debajo de la puerta. Y como además sigo dormida, tengo que leer algunas frases tres veces antes de comprender lo que la persona misteriosa me quiere decir. Me sentía un poco como Champollion descifrando la piedra Rossetta... os podéis imaginar.

Entonces, por fin, alguna neurona de mi cerebro consigue reaccionar y comprendo que el agua me la ha cortado mi vecina de abajo, una tal Silvia, por que según parece mi caldera se ha pasado toda la noche soltando agua a chorros... encima de la suya. ¡Genial! ¡Fantástico! Es una de las mejores noticias que podía recibir justo antes del café...

Como necesito asimilar la noticia, vuelvo a la cocina y uso agua de la botella de la nevera para hacerme café. A ver si al de una hora o así puedo decidir qué hacer ahora con el problema... que leñe, os lo aseguro, sin café no soy persona.

Cuando llegué al punto en que podía articular palabra y que se me entendería además, llamé a Alvaro y le conte la movidita. "Hay que llamar al casero", me dice "¿tienes el número?" Si, si. Claro que lo tengo.... ¿como no lo voy a tener? Ahora mismo le llamo. Pues no. Por que cuando fuí a mirar el número en la agenda del móvil me percaté de que el número que tenía guardado constaba de 10 cifras misteriosas... y como para adivinar cuál sobraba.

Así que vuelvo a llamar a Alvaro. "Esto... me puedes dar el número de Victor... que mi agenda tiene algún numerito de más?" Alvaro protesta. Me dice que si tengo para apuntar, pero no, no tengo. Es lo que tiene llamar desde el baño XDDDDDDDD Le digo que me lo mande por SMS y vuelve a protestar, pero acepta por que no le queda más remedio.

Y espero. Y espero durante... no se, 4 horas? A todo esto ya eran las 6 de la tarde, así que poco se podía hacer ya. Decido arriesgarme, bajar, y volver a dar el agua, no sin antes poner un cubo debajo de la caldera... a ver que pasa. ¡Milagro! No pasa nada, apenas caen unas gotillas, y al menos tengo agua.

Alvaro vuelve a casa sobre las 8 de la noche, y me dice que no me mandó el SMS por que no tenía cabeza para memorizar el número ¿? Y como se que en los días anteriores apenas ha dormido por el calor, y que se ha levantado a las 5 de la mañana, y que lleva todo el día trabajando... pues que le voy a decir al pobrecito mío ;***

Así que finalmente me da el teléfono del casero y le llamo. Mi casero se llama Victor, y es extremadamente amable. A veces Alvaro se raya con él... por que tiene la impresión de que se esfuerza demasiado en quedar bien con la gente, y se enrolla hablando que no veas. Pero yo digo que si se enrolla y responde cuando necesitamos algo, pues bienvenido sea.

Así que durante media hora me dice que no me preocupe. Que el seguro cubre los daños de la vecina, que él se va de viaje a Londres y coge el avión el jueves a las 6 de la tarde, pero que cualquier cosa esta Noemí (su novia). Como cada vez que hablamos me pregunta si la conozco, y como cada vez que hablamos le digo que sí. Me pregunta todos los detalles de lo que le pasa a la caldera, y yo, técnica reparadora de calderas, respondo con exactitud científica "no tengo ni idea... pero gotea". Y después de media hora de conversación, quedamos en que me llama sobre las 9 o a primera hora de la mañana, en cuanto hable con los técnicos de Saunier Duval.

Pues ale. Nada más colgar suena el timbre de casa, y no tengo que ser elfa para presentir que se trata de la vecina de abajo. Me pide perdón varias veces por haberme cortado el agua y le digo que no hay problema, que lo entiendo (por que no me pilló recien levantada que si no... XDDD) Y me dice que su caldera sigue sin funcionar. Yo, como ya he dicho que soy técnica en reparación de calderas, le digo que probablemente se habrá mojado la mecha (no se si las calderas tienen mecha ¿?¿?) y que quizás habría que esperar que se seque, pero que no se preocupe, que si no se arregla, ya me ha dicho Victor durante media hora que para eso está el seguro.

La mujer se va más tranquila. Victor no vuelve a llamar, y yo me dispongo a cenar. Sobre las 12 de la noche vuelve mi vecina ... que como ha visto luz en casa (la luz es muy indiscreta ¬¬ ya lo sabéis, indica a los vecinos cuando estás despierto y cuando no ¬¬) Total, que aquello no se arregla (leñe, si solo habían pasado 2 horas...) y nada, pues que cuando vengan a mirar mi caldera, pues que pasen también a mirar la suya. Tengo que decir que mi vecina es muy amable, así que intercambiamos los teléfonos de buen rollito y ale... Alvaro ya se había ido a la cama así que ni le avisé.

Me vuelvo al ordenador y me suena el móvil. Y veo que es Alvaro que me llama desde la habitación... XDDDDDDDDDD ¿Pa qué gritar si se puede hacer una llamada perdida? Entro y le cuento las novedades, y se levanta. Nos encontramos con la vecina de balcón a balcón. Los 3 técnicos de reparación de calderas investigando dónde leches estaba el problema.. para no encontrarlo, por supuesto. Hice 4 viajes al baño para encender el agua caliente a ver si funcionaba... con los respectivos viajes de vuelta. Pero nada. Mandé a Alvaro a la cama, y decidí olvidar el asunto.

Ese fue el día de la rotura de la caldera. Hoy, a las 8 en punto de la mañana ha llegado el técnico reparador de calderas... el de verdad. Nos hemos cagado Alvaro y yo en todo lo que se menea por el puñetero madrugón, aunque hemos disimulado delante del chico, que el pobre no tenía la culpa.

Y cuando ha abierto la caldera... ¡sorpresa! Una maraña de pajitas, hojas, virutas, y mierda de pájaro, ocupaba todo el interior de la caldera. Si ya le decía yo al casero que eso de tener la caldera en el balcón no era buena idea... ¬¬ Un peazo nido de pájaros enorme. Descomunal. Vamos, que el técnico... ha dicho que no había visto nada igual en su vida, y eso que llevaba 10 años trabajando en esto. Apenas me lo puedo creer. La mierdilla del nido ha ocupado al final una bolsa de basura entera... y el chico asombrado de que todavía funcionara aquello... y yo también vamos, después de lo que he visto.

Así que nada, ha tenido que cambiar alguna pieza, nos ha sablado 75 € (de los que afortunadamente se hace cargo el casero XD) y ha destrozado la labor pajaril de 2 meses. Y ahora me da pena por que se han quedado sin nido... y dónde van a poner los huevitos? :( Cuando se ha ido he oído a un pájaro protestar fuera, y la verdad, no me extraña que proteste... pero coñe, no tenía otro sitio para fundar una familia? Mira que no hay calderas ajenas, como para venir a la mía... ¬¬

Y he recordado el bebé pájaro que cayó al balcón hace 2 años y medio, y que Alvaro recogió y estuvo alimentando con miguitas de pan. El bebé pájaro con el que Alvaro no sabía qué hacer ... y que al final decidió sacarlo al balcón a ver si así volvían a recogerlo sus padres. El pobre murió de sed, inanición e insolación en el balcón, y Alvaro tuvo que enfrentarse a la dura tarea de tirarlo a la basura .... (vamos, que no toco yo el cadaver ni con guantes puajjjjjjjjjjj) Y ahora pensamos que seguramente cayó de la caldera, de alguna familia pájaro instalada de ocupa allí.

En fins, se lo he contado al casero y ha flipado. Como pa no... Lo que me pregunto es... esto no pasaba cuando él vivía aquí, o es que han empezado a instalarse a la vez que nosotros? ¬¬ Y por cierto, me ha vuelto a preguntar si conocía a Noemí, su novia... por que me iba a llamar esta tarde para... no sé para qué pero bueno ¬¬

Nada, que termino la entrada, y me muero de sueño... así que seguramente iré a tumbarme un rato... yo que puedo :P Sin pájaros en la caldera XDDDDDDD

Bsitos varios!!

sábado, 10 de noviembre de 2007

Do you speak English?

Una de las razones de mi gran ausencia, que se suma a la más importante que es la falta de inspiración, ha sido el curso de inglés del Inem. Vale que es como trabajar sólo media jornada, más o menos, pero la verdad es que eso de que te hablen todo el rato en inglés, agota a cualquiera. Bueno, a cualquiera que no sea inglés, claro. A mí por lo menos me estresa mucho, porque requiere el doble de atención para no perderse.

Y ya de hablarlo, mejor no hablar. Sale humo de mi cabeza cada vez que quiero decir algo, y el profe, Manuel, te mira con cara de "la que estás liando", acompañada de su famoso "Don't translate", que te deja totalmente frustrada.

Él no lo sabe, pero los alumnos intentamos acumular energía para sus clases de los lunes y los martes. Menos mal que luego Philip es más relajado. Sobre todo cuando llega el viernes y nos pone una cancioncita. Y como no somos un grupo poco ruidoso ni nada... pues poco nos falta para ponernos a cantar.

Yo creo que en cierta manera los desesperamos un poco. Somos un grupo bastante ruidoso, y extraño por decirlo de alguna manera. A Matilde le gusta "take the boss" para Pinto. María a su vez añade cosas extrañas a sus frases, "and the siguient". Beatriz y el verbo "asks" han tenido más que palabras. Alberto está empeñado en que Manuel (el profe) pronuncie bien el inglés. Cristina cree a pies juntillas que "albóndigas" en inglés se dice "bolas de carne". Y estoy segura de que Elena quiere un "Pedometer" para estas Navidades.

Eso sí, quien se lleva la palma inglesa es Jose Enrique. Él todo lo hace "by the balls", y si no sale, sólo tiene que "put the noise on the table". Eso sí, "eye with China", porque en "the informatic technology" seguro que "life is this".

Gracias a la vida

Gracias a la vida
que me ha dado tanto,
me dio dos luceros,
que cuando los abro,
perfecto distingo
lo negro del blanco,
y en el alto cielo
su fondo estrellado,
y en las multitudes
el hombre que yo amo.
Gracias a la vida
que me ha dado tanto,
me ha dado el oído
que en todo su ancho
graba noche y día
grillos y canarios,
martillos, turbinas,
ladridos, chubascos,
y la voz tan tierna
de mi bien amado.
Gracias a la vida
que me ha dado tanto,
me ha dado el sonido
y el abecedario.
Con él las palabras
que pienso y declaro,
madre, amigo, hermano,
y luz alumbrando
la ruta del alma
del que estoy amando.
Gracias a la vida
que me ha dado tanto,
me ha dado la marcha
de mis pies cansados.
Con ellos anduve
ciudades y charcos,
playas y desiertos,
montañas y llanos,
y la casa tuya,
tu calle, y tu patio.
Gracias a la vida
que me ha dado tanto,
me dio el corazón
que agita su marco,
cuando miro el fruto
del cerebro humano,
cuando veo al bueno
tan lejos del malo,
cuando miro el fondo
de tus ojos claros.
Gracias a la vida
que me ha dado tanto,
me ha dado la risa
y me ha dado el llanto.
Así yo distingo
dicha de quebranto,
los dos materiales
que forman mi canto,
y el canto de ustedes
que es el mismo canto,
y el canto de todos
que es mi propio canto.
Gracias a la vida.
Violeta Parra

lunes, 5 de noviembre de 2007

Adiós mi niña

Hace mucho tiempo que estaba pendiente de actualizar el blog, porque son muchos los amigos que me dicen que lo tengo abandonado. Y nada más cierto. Pero nunca imaginé que el motivo de ésta actualización sería uno tan triste. Nunca pensé que tendría que expresar una de las despedidas más tristes de mi vida.

Hay mucha gente que no lo entenderá. Leerá estas líneas, y pensará que es una estupidez sentir tanto dolor por ésta despedida. Lo siento por ellos, porque significa que nunca han sentido ese calor especial y único, esa lealtad sin medida.

Han sido 15 años. Aún recuerdo el día que la pequeña cachorrilla llegó a nuestra casa, cuando era tan pequeña que era incapaz de subir por sí sola al sofá de casa. Un sofá que con los años se convirtió en su mayor deseo, aunque fuera compartido con toda la familia y sólo pudiera ocupar un espacio mucho menor a su propio tamaño.

Se ganó el corazón de mi madre el primer día, llorando incansable desde el balcón, hasta que por fin se apiadó de ella y se la llevó a dormir a la cama. Al día siguiente, tanto mi hermana como yo supimos que se quedaría para siempre.

Siempre fue dulce. Sumisa. Mi padre siempre decía que si entraban ladrones en casa, Zuri los mataría a besos más que otra cosa.

Recuerdo que cuando mi hermana o yo nos poníamos enfermas una vez al mes, nos la llevabámos a dormir con nosotras, porque el calor de su cuerpo nos hacia de calmante. Y después de una película de miedo, nos peleábamos por llevárnosla también, pensando que con ella estaríamos más seguras. Aunque es bien cierto que Zuri era casi más asustadiza que nosotras.

Apenas había pasado el año cuando estuvimos a punto de perderla para siempre. Le encantaba correr en el parque, perseguida por todos los demás perros, sin que ninguno pudiera nunca alcanzarla. Bañarse en los estanques, excepto en el grande, donde estaba el enorme cisne del parque que aterrorizaba a todos los perros, y a muchos dueños, con su mala leche.

Y fue en una de esas carreras incontrolables cuando se lanzó a la carretera y un coche la golpeó, dejándola en el suelo. Fue una suerte que otra conductora se apiadara de ella y de mi hermana pequeña, y las llevara a un veterinario de urgencia. Pero tenía los huesos de la patita rotos... y verla en el veterinario, sufriendo, con la pata rota, es una imagen que no he podido olvidar nunca.

Pagué su operación con mis escasos recursos. No podía hacer otra cosa. Estuvo meses con hierro incrustado en la pata, cojeando, aunque afortunadamente por entonces teníamos ascensor, y podía salir a la calle. Pero las sorpresas no terminaron ahí. En uno de mis éxamenes sobre su salud, noté que su vientre se movía, y la sospecha de un embarazo, a pesar de que apenas había pasado su primer celo, cayó sobre mí. Todo se desveló con una radiografía que mostró 5 pequeños bultitos que crecían apiñados en su interior.

Lo agradezco de todo corazón, porque mi hermana y yo vivimos por ello una de las experiencias más hermosas de la vida. Nos dejó ver cómo daba a luz 5 pequeños ovillos de pelo negro, con patitas blancas. Uno de ellos murió casi al poco de nacer, pues no había tenido espacio para desarrollarse en su interior. Pero descubrimos entonces el enorme instinto maternal de Zuri, pues si una palabra la ha definido a lo largo de toda su larga vida perruna, esa es madre.

Les buscamos un buen hogar a cada uno, y fue triste despedirse de ellos. Pero sobre todo para ella. Ahora se que le quitamos sus cachorros demasiado pronto, pero entonces no lo sabía. A partir de entonces, todos los años tuvo un embarazo psicológico tras otro, e iba de un lado a otro de la casa con un montón de peluches y muñecos que hacían ruido.

Estuvimos a punto de perderla otra vez, cuando nos cambiamos de casa. Todavía mantenía la mala costumbre de escaparse, aunque la perdería entonces. Pero aquella vez no supo volver. Pasamos una noche y un día entero buscándola, por la calle, en la protectora de animales, en la perrera, aunque no queríamos buscar ahí. Finalmente la encontramos. Una señora que vivía con la menos 10 perros más la había encontrado y se la había llevado a casa. Pensaba que estaba abandonada, y aún cuando fuimos a buscarla, insistía en que si no la queríamos, ella se la quedaba. ¿Cómo no la ibamos a querer? Desde entonces era incapaz de andar más de unos pasos sin volver la cabeza para vigilar dónde estabamos.
Y aunque siempre fue una perra muy sociable, no le gustaba que nadie ajeno a la casa la sacara a la calle. Cuando eso pasaba, porque vivir en un 6º sin ascensor es lo que tiene, ella bajaba, hacia lo que tenía que hacer, y se volvía al portal sin tener en cuenta a su paseante, fuera quien fuera.

Me reí mucho el día en que fue con mi hermana y una amiga a la estación de Metro. La idea brillante de mi hermana era que su amiga llevara a la perra de vuelta a casa, pero no contaba con que Zuri tenía ideas propias. Cuando vio desaparecer a mi hermana en el Metro, dejándola con aquella desconocida para ella, fue imposible moverla de allí, por más que tiraran de ella. Creo que todavía seguiría esperando si no fuera porque la amiga de mi hermana llamó a mi padre, para que fuera a buscar a la perra. De otra forma hubiera sido imposible.

Después llegó a casa otra pequeña bola de pelo. Fue juntarse el hambre con las ganas de comer. Zuri tenía uno de sus anuales embarazos psicológicos, y el gato diminuto, una gran necesidad de leche y de calor maternal. El primer lametazo le dejó a Moui todos los pelos mojados y de punta, claro que por entonces tenía cuatro pelos. Pero en cuanto Zuri se tumbó, Moui se agarró a una tetilla con un ronroneo estruendoso para tan poco gato. Ella es su madre. Porque es lo que es Zuri por encima de todo. Hubiera adoptado cualquier animalillo perdido, gato o incluso paloma, porque qué iba a saber ella que la pobre paloma no era un mamífero.

Han sido 15 años, y ahora sólo queda decir un adiós en la distancia. Cuando vuelva a casa ella ya no estará tumbada sobre mi cama, como siempre. No tendré una cabeza buscando mi mano con insistencia, incansable como siempre de caricias. Esta semana dormirá para siempre, y yo la echaré de menos más que nunca, recordando lo bien que me hacía sentir simplemente por estar ahí.

Ojalá exista un cielo, donde pueda encontrarla algún día. Ojalá pudiera creer que existe, sólo por pensar que podré compartirlo con ella.

Te quiero Zuri.

domingo, 30 de septiembre de 2007

Las Puertas de Fuego - Curufarnë

Los copos de nieve que caen suavemente se desvanecen al posarse sobre los árboles siempre verdes de Taurë Manalda. El invierno, frío y letal como ningún otro, ha descendido sobre Haldanóri sin piedad alguna. Quizás un nuevo castigo al orgullo y la miseria que hemos sembrado en ella, enzarzados en una guerra sin fin, eternizada en el tiempo.

- Debo agradecerte que salvaras mi vida – las palabras de Nulkaiel llegan hasta mí, mientras se recuesta sobre uno de los sillones revestidos de cuero situados junto al fuego que arde en el centro de mi tienda. Y sorprendida como nunca, alzo los ojos del mapa que estoy mirando.

- ¿No supondrías acaso que iba a dejarte morir, Nulkaiel? La traición es una cualidad que cada día prolifera más en nuestro reino, pero nada más lejos de mi intención.

Me mira con una enigmática sonrisa. Los días que han pasado desde que abandonara la Compañía de la Muerte Susurrante han borrado magistralmente las huellas del fuego en sus ojos y en su cuerpo. Pero no hay dulzura en sus ojos de color miel. Es raro… nunca la ha habido, y ahora reparo en ello como si fuera la primera vez. Y ella no dice nada. Se queda muda, mientras sujeta indolente un mechón rojizo entre sus dedos, que se desliza como si fuera un pequeño reguero de sangre.

- Veo que sí lo has pensado – añado mi frase sin emoción alguna, y vuelvo a concentrar mi mirada en el mapa que cada vez se torna más oscuro a mis ojos. En ese mismo momento me doy cuenta de cuánto han afectado las intrigas nurnitas a la relación entre los mismos Señores del Clan. Intrigas que yo misma he ayudado a crear, y que han estado a punto de llevarme al borde de la muerte. Nuevamente. - ¿Quién ha dado las órdenes para el traslado de Durthaur esta vez? – pregunto, sin dar importancia ni a sus sospechas ni a las mías. Y no tengo que mirarla para saber que mi indiferencia parece sorprenderla a ella también.

- A veces me sorprende que hagas preguntas de las cuales ya sabes la respuesta, Yestariel. Pero ya que lo preguntas, te diré que ha sido Arattalion mismo, y que nuevamente, no ha dado razón alguna para ello.

Sonrío. Sabía muy bien la respuesta antes de formularla, y también se las razones que han llevado a ese cambio. Una mirada fugaz y me aseguro de que realmente Nulkaiel no está al tanto del atentado en Orod Oiolossë, y que no me miente. Quizás si consiguiera confiar en ella, pudiera darse de nuevo un acercamiento entre nosotras. Ella ha puesto nuevamente su vida bajo mis órdenes. Después de todo, es posible… Pero no llega a salir palabra alguna de mis labios. Un súbito movimiento en la entrada de la tienda detiene mis palabras.

Inglin parece traer consigo un cambio en el tiempo. La tienda se agita entera, sacudida por un fuerte viento, mientras deja caer un sobre cerrado delante de mí.

- Es un mensaje urgente. Acaba de llegar desde Narmelost.

Mis manos se mueven ágiles sobre el papel, y mis ojos se deslizan frenéticamente sobre las líneas entintadas, mientras Inglin se sienta junto a Nulkaiel esperando noticias. Pero no hay nada que yo hubiera esperado leer. Los trazos fuertes y regulares son de Arattalion. Esperaba noticias suyas, pero no éstas. Mis ojos apenas pueden dar crédito a lo que leen, y las miradas interrogantes de Nulkaiel e Inglin me animan a leer nuevamente. Esta vez en voz alta:

Señora de la Noche Estrellada,

No hay estrellas a estas horas que iluminen el camino hacia Nurn. Narmelost esta siendo asediada, y aunque tanto tú como yo sabemos que no la dejaremos caer, un numeroso ejército se encuentra apostado ante nuestras puertas, liderados por el mismísimo Rey de Valle. ¡Loco insensato! Pues locura debe ser y no otra cosa, la que le ha empujado a llegar hasta aquí, y desafiarnos en nuestra tierra. Tierra negra, pero tierra amada. Tierra roja teñida de la sangre de muchos otros que antes que él cayeron en su misma locura. Ahora su sangre teñirá también nuestra tierra.

Y mientras tanto, en el sur, nuestros aliados de la tierra de los sauces han decidido retirarse de la guerra. Esta guerra que les ha llevado poco a poco a la destrucción. No necesito decirte lo que supone para nosotros esta retirada. Tú lo sabes bien. Llega un nuevo equilibrio a Haldanóri, y ahora la balanza tiembla ligeramente en manos del azar.

Oscuras son las noticias que recibes de mis manos, mas no es mi intención únicamente anunciarte las desdichas de la guerra, aún cuando todavía no hay noticias de nuestro ejército apostado frente a la Ciudad del Dragón. Pero debes partir al norte de inmediato, pues hemos tenido noticias de que una compañía de Eithel Glîn se dirige nuevamente a nuestras tierras, y creemos que intentará apoderarse de Curufarné. Es posible que sepan que nuestro potencial bélico depende de las fraguas de esta ciudad, y nada más cercano a la realidad. Curufarné es vital para nosotros. Debéis interceptarlos, y destruirlos.

Se que puedo confiar en ti. Que puedo confiar en todas vosotras. Sólo espero que el azar haga caer la balanza a nuestro favor, y podamos olvidar la oscuridad de estas líneas.

Arattalion
Señor de Nurn

La carta se desliza entre mis dedos, quedándose suspendida en el aire un instante, y cae suavemente sobre la mesa. Pero es Inglin la primera en conseguir articular palabra.

- ¡No puedo creer que esos malditos sauces se hayan retirado! Después de todo lo que hemos hecho por ellos… ¡Como mínimo debería considerarse traición! – su rostro normalmente pálido ha enrojecido por la ira, y se levanta como si tuviera ante sus ojos a los dirigentes del Concilio, dispuestos para ser ajusticiados.

- Reserva tu ira para la batalla, Inglin – me levanto, y me acerco a ellas despacio. Las ideas se agolpan en mi mente, y creo que tengo demasiadas cosas en la cabeza – No hace falta ni decir que todas sabíamos que esto ocurriría tarde o temprano. Y lamentarnos no nos servirá de nada.

- Nurn sabe valerse por sus propios medios.

La frase de Nulkaiel me acerca un poco a la realidad. Por que tiene razón. Debe tener razón. Y esa frase hace caer por un momento la oscuridad que teme mi mente.

- Así debe ser – añado, sin dudarlo un instante – Preparadlo todo. Partimos de inmediato. Largas leguas nos separan de Nanda Girith, y no sabemos siquiera cuánta ventaja nos lleva la compañía de la Alianza.

- ¿Crees que llegaremos a tiempo? – pregunta Inglin acercándose a la entrada.

- Se que llegaremos a tiempo – le respondo, mientras vuelvo a acercarme a la mesa y comienzo a recoger mapas y cartas. Pero no puedo ver más, y eso no es buena señal. No lo es.
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Perseguimos el invierno y a medida que nuestro avance hacia el Norte va cumpliendo con las leguas debidas, se hace cada vez más intenso el frío y la nieve. Las copas de los árboles albergan pequeños nidos blancos en la lejanía. Pero las amplias llanuras de Lad Echor se han convertido en una capa uniforme de nieve que dificulta nuestro avance.

No deseamos atravesar Minas Gwaeren, y hemos rodeado la ciudad para atravesar el témpano helado que antaño fuera la alegre corriente del Ninrûth, para después seguir el curso del Ninberêk para adentrarnos por fin en Taur-dîn-Tirith. El bosque, silencioso como nunca, no nos da pista alguna acerca de aquellos a los que perseguimos, pero la cercanía de nuestra tierra presta ligereza a nuestros pies y a nuestros corazones.

Lejanos parecen ahora los días de la destrucción de Barad Avathael. Mucho más lejana si cabe la desolación de Tyelpëosto, donde la crueldad de nuestra compañía dejo un recuerdo siniestro.

Los campos sembrados del valle de Nanda Girith parecen desolados también. Aldamorna hace tiempo que ha partido, y ahora parecen más estremecidos que nunca.

Apenas cruzamos las aguas heladas de Nen Girith cuando diviso a lo lejos la presa que perseguimos. Apostados frente a Curufarnë, la compañía de la Alianza todavía no ha iniciado el ataque, y el saber que llegamos a tiempo renueva nuestras esperanzas.

Iniciamos el ataque. Los caballos se lanzan en una carrera desenfrenada, mientras sus jinetes apenas podemos esperar por llegar a la meta. Una lluvia de flecha intenta frenar nuestro avance. Los caballos a mí alrededor se encabritan y caen, llevándose el valor de sus jinetes consigo. Pero no me detengo. He visto esa imagen tantas veces…, y no dejo de avanzar mientras mis ojos intentan distinguir la línea de defensa enemiga.

Avanzo. Por un momento parece que es la misma línea del horizonte la que se acerca a mí, acosándome sin piedad. Un fuerte viento agita los copos de nieve que caen ante mis ojos y barre la nieve que parece fluctuar como un blanco mar. Una nueva lluvia de flechas surca el aire, intentado vencer la fuerza del viento, y frente al enemigo se establece una línea roja que precede un grupo de cuerpos caídos en posturas imposibles.

Inglin ha reaccionado. Confío en ella y en sus arqueros, mientras lanzan con furia sus flechas empenachadas de rojo y negro. Y por fin llego a cruzarme con la línea enemiga. Airacil se entretiene demasiado tiempo, prisionera en la carne del primer hombre que ha herido, y desciendo de Miré para empujar el cuerpo con el pie y liberar mi espada. No tengo que buscar demasiado para encontrar sangre nueva. Airacil danza ante mis ojos sesgando miembros de manera frenética. Un chorro de sangre salpica mi rostro, cegándome un instante, mientras a mi alrededor el sonido de las espadas parece estallar una y otra vez.

La batalla se detiene para mí. Busco con la mirada a Inglin, pero no la encuentro. Esquivo con presteza el ataque de uno de los enormes Ents que acompaña al enemigo, y vuelvo mi mirada hacia él. No puedo dañarlo. No puedo. Me alejo de él sintiendo un gran pesar en el corazón.

No siento lástima por aquellos que se cruzan en mi camino. Los más afortunados son atravesados por mi espada. Los menos, caen rendidos a mis pies mientras la sangre de sus venas escapa al control de su cuerpo, y quedan esparcidos en el campo de batalla formando horribles fuentes rojas.

A lo lejos diviso por fin a Inglin. Una flecha sobresale de forma antinatural de su pierna, pero sigue luchando. La vida le va en ello. No dejará de luchar.

Y entre los gritos de dolor que se alzan en el campo de batalla, llegan también gritos de venganza. “¡Tyelpëosto!”, gritan una y otra vez. Un hombre se acerca a mí corriendo. En sus ojos veo el placer de la venganza. “¡Por los caídos de Tyelpëosto!” Alza su espada frente a mí, y Airacil se alza rápida para detener su avance. Su cuerpo cae fulminado, y su cabeza rebota sobre la nieve roja, y rueda hasta llegar a los pies de un árbol. Sus ojos vacíos me miran. “Estas muy lejos de Tyelpëosto”.

Al girarme descubro a Nulkaiel. Una cuerda atada a su garganta la oprime de manera salvaje, y se aferra a ella buscando el aire que comienza a faltar en sus pulmones. Intento acercarme a ella, pero una y otra vez se interponen en mi camino. Un hombre de mirada de hielo tira de la cuerda, mientras muchos otros hieren su cuerpo una y otra vez con espadas y cuchillos. Me mira. No puede gritar mientras las fuerzas la abandonan, acompañadas del aire y la sangre de su cuerpo. Y lanzo un grito de rabia en su lugar, mientras me lanzo desesperadamente al ataque.

- ¡Defended a la Señora, malditos! – les grito al montón de orcos inútiles que se encuentran a su alrededor intentando defender sus miserables vidas.

Y parece que surte efecto. Se lanzan contra las espadas hiriendo y mordiendo. Trozos temblorosos de carne humana es lo único que queda de su festín. El hombre de mirada de hielo suelta finalmente la cuerda que aprisiona a Nulkaiel, cayendo al suelo bajo el peso de varios orcos, desafortunadamente para él, hambrientos. Sus gritos espeluznantes llegan hasta mí, y consigo finalmente acercarme hasta él. Alejo a las bestias de él, y mi mirada se estremece ante la visión deforme que encuentro. Un blanco hueso astillado señala cada uno de los sitios donde anteriormente estuvieron sus extremidades. Se agita como un muñeco ciego. La cuenca vacía de sus ojos me indica que no sabe realmente de donde viene tanto dolor. Y grita, una y otra vez, mientras su sangre cae y va derritiendo la nieve a su alrededor, creando una tumba de nieve cada vez más profunda.

No hay piedad. Nunca la hay. Nunca la habrá. Me alejo de él, dejándolo sumido en su propio tormento. Y mientras Inglin se lleva el cuerpo malherido de Nulkaiel, nuevamente al borde de la muerte bajo mis órdenes, las trompetas llaman entonces a la retirada del enemigo para llevarse con ellos una amarga victoria.

No lo siento acercarse. Tanto tiempo acechando entre las sombras aletarga mis sentidos. Un hombre corre hacia mí, con los ojos inundados de miedo. Su espada se alza al pasar junto a mi, y se clava en mi vientre, pero él no se detiene. Sigue corriendo. Su único deseo es salir de allí con vida. No lo hará. Mi maldición le alcanza y sus rodillas hieren la nieve mientras la sangre brota como un torrente por todos los agujeros de su cuerpo.

Pero la espada esta hendida profundamente. No intento arrancarla, y torpemente me siento en la nieve. El dolor. El dolor debe ser lo que me impide razonar. Me abrazo a la espada como si la acunara, con los ojos cerrados, meciéndome una y otra vez de atrás hacia delante.

He perdido mucha sangre. Y ahora sé que nadie va a venir a buscarme. Pienso en ello tendida en la nieve, mientras copos blancos caen sobre mi cuerpo inerte. Mis ojos abiertos miran al cielo infinito, y se que pronto la única señal de mi presencia allí será la espada que emerge de mi cuerpo. El frío parece adormecer el dolor. Lo agradezco infinitamente, Mandos. Y desde lejos, sólo unas notas de una canción me encuentran.

“Y no se si estoy despierta, y no se si estoy dormida.
Sólo se que sigo viva por si piensas en volver.”

miércoles, 25 de julio de 2007

La Venganza en la Isla de la Media Luna

Cuando vine a este mundo, no pude imaginar el dolor que iba a padecer. Quizás si me hubieran dado la posibilidad de elegir, hubiera elegido simplemente no nacer. Permanecer en ese limbo extraño en el que deben permanecer los hombres, si es que existe como dicen, con el inusual don que Iluvatar nos ha concedido.

Por eso, no contaré una historia que habla de tiempos en los que fui feliz, en las verdes praderas que ocultan las montañas que rodean Earondo. Cientos de historias felices han sido contadas ya, y seguirán siendo contadas a través de las Edades del tiempo. Pero todas las historias felices tienen un final. Y el final de los tiempos de paz llegó a la Isla de Media Luna con dolor y muerte.

Y para mi historia, de un día no muy lejano, en el que las verdes praderas se mancharon de sangre. Sangre, dolor y muerte.


Quizás deba presentarme primero. Mi nombre es Rindil. Y sin contar mucho acerca de mi vida, puedo deciros sin embargo que pertenezco a la Guardia Real de Aran Fortin, de la cual mi padre es uno de sus capitanes más queridos.

Siempre le admiré. Cuando niño, podía observarle durante horas mientras llevaba a cabo la instrucción de nuevos soldados, o cuando vestía sus ropas de gala, con aquella brillante cota de malla y los símbolos de las Golondrinas bordados en el manto. Siempre quise seguir sus pasos. Apenas contaba quince años cuando conseguí entrar en la Guardia Real de la Ciudad, y desde entonces he seguido su estela, arriesgándome en las misiones más difíciles para conseguir ser el mejor a sus ojos. Ahora puedo decir que lo he conseguido.


La historia comienza con un amanecer. Un amanecer que ahora parece como una pesadilla lejana. Aquel aciago amanecer en el que las tropas nurnitas intentaron tomar La Bella, La Hermosa Ciudad de Mithril. La ciudad de Aran Fortin. Infranqueable y hermosa, escondida entre las rocas, la ciudad no cedió a los embates de la furia de las Damas de Nurn. Caro pagaron el precio de su atrevimiento, y al anochecer, los barcos nurnitas volvían a desaparecer en el horizonte, camino del estrecho de Idril. Para no volver nunca, pensé en aquel momento. Y cuánto me equivocaba.

Me encontraba entre los cientos de cuerpos mutilados apilados a las puertas de la ciudad cuando mi destino cayó sobre mí, aunque yo entonces no lo sabía… Sequé el sudor de mi frente con un trozo de mi manto desgarrado, mientras con la mano derecha sujetaba la pierna de otro menos afortunado que yo, intentando arrastrarlo a través de los cadáveres. Cuanto me equivoqué también en eso...


- ¡Rindil! – la voz de mi padre llegó desde lejos, a través del murmullo incesante que inundaba la ciudad. Solté la pierna del cuerpo que arrastraba con desgana, la cual cayó golpeando el cadáver que había debajo - ¡Rindil!

- ¡Estoy aquí padre! – grité, intentando hacer oír mi voz por encima del zumbido de las moscas. Me miró a lo lejos, y sonrió, y su sonrisa suavizó los años que curtían su rostro. Nunca olvidaré aquella sonrisa.


- Estas aquí – dijo al tiempo que llegaba hasta mí, y el alivio de saberme vivo era patente en su voz. Me abrazó, y casi sentí que me derrumbaba entre sus brazos, mientras luchaba por contener las lágrimas, emocionado con el reencuentro tras la batalla. Esa batalla en la que ambos pudimos haber muerto… Se separó de mí y me miró con ojos húmedos – Me alegro de verte, hijo.

- Yo también me alegro de veros, padre – dije, después de aclararme un poco la garganta. Entonces me fijé en la venda que cubría su brazo y parte del hombro derecho, y comprendí realmente lo afortunado que era. Pero no quise que supiera cuánto me afectaba… y sólo pude añadir una frase que sonó torpe y hueca en mis oídos – Ha sido una gran batalla…


Los ojos de mi padre se oscurecieron, mirando tras de mí los cadáveres que esperaban sepultura.

- Eso debe ser… - dijo – Pero ahora deja eso. Tengo una misión para ti…


Miré hacia atrás un segundo, y agradecí alejarme de aquella enorme tumba.

- La flota de Nurn se aleja – decía mi padre – Y la ciudad se encuentra a salvo. Pero los generales de la ciudad parecen temer un contraataque en otro punto de la isla. Han solicitado que enviemos vigías a ciertos puntos que les parecen peligrosos, en previsión del riesgo de que en un desembarco en otro punto lleguen a alguno de los pueblos de Earondo.


- Pero padre… ¡eso es imposible! – exclamé indignado - ¿Dónde podrían desembarcar y evitar la cadena de montañas que protege la isla?

- Hay cierto puntos que no conoces Rindil, que si bien son de difícil acceso, podrían ser atravesados por un grupo no muy numeroso. No creo que lo intenten. Tomar Aran Fortin llegando desde allí no creo que sea factible. Pero los generales no opinan como yo, y temen un acercamiento por esa zona. Es por eso que deseo confiarte esta misión, hijo mío.


No tuvo que añadir nada más. Mi padre intentaba alejarme de la batalla nuevamente. Tenía miedo, y he de reconocer que yo también lo tenía. Había sido mi primera batalla, y ni siquiera se acercaba a la gloria que yo había imaginado. Sólo había muerte y dolor, y la gloria era un mito fabricado para engañar a los niños. Un mito que yo había creído.

Miré a mi padre a los ojos, y asentí con la cabeza. No sentí vergüenza por querer aferrarme a la vida un poco más. Y había luchado con fiereza en la batalla. Sentí que merecía la oportunidad del descanso que esta misión, que tanto mi padre como yo veíamos como segura, me ofrecía.


Las estrellas no salieron aquella noche, quizás guardando luto en la distancia. Recorrí las verdes llanuras montado sobre mi fiel alazán. Tras de mí, a muy poca distancia, Thaled me seguía espoleando a su hermosa yegua.

Cuando nos conocimos, Thaled y yo apenas contábamos con cinco años. Recuerdo que sus padres vinieron de visita, y yo le ví a lo lejos sentado en el patio acompañado de mi aya. Se acercó a mí, y carita infantil parecía casi cómica en su solemnidad. De pie frente a mi, ví la pequeña espada de madera que llevaba en la mano, y deseé con todas mis fuerzas tener una igual que esa… Thaled me dio su espada, y luego se sentó junto a mí con una sonrisa. Desde entonces somos amigos. Y ahora sé que jamás nada podrá separarnos.


Reímos mientras las leguas quedaban atrás, como siempre metidos en una competición amistosa por llegar primero. Las luces del poblado señalaban nuestra meta, cerca de un punto de la costa accesible que mi padre me había indicado. Pasamos de largo, y acampamos al amparo de los árboles, sin encender hoguera alguna, pues no queríamos que nadie supiera de nuestra presencia allí. Y mientras uno dormitaba, el otro montaba guardia, atento a cualquier sonido sospechoso que el mar pudiera traernos. Nada pasó.

Y mi destino se cumplió con un nuevo amanecer. Un amanecer que nos sorprendió en su belleza, de intensa tonalidad violeta y anaranjada. Sonreímos sobrecogidos por el espectáculo inusual.


- ¿Una señal de esperanza? – pregunté - ¿Significará esto que algún día volverá la paz a nuestra tierra?

- Puedes creer que el mismo Iluvatar ha imaginado esta combinación de colores como señal para tus torpes ojos, Rindil – rió Thaled, siempre más realista – Pero esta guerra no ha hecho más que empezar.


Se dio la vuelta para mirarme, y su mirada pareció congelarse en un punto indefinido a través de mí. Abrió la boca para decir algo, pero no emitió sonido alguno...

- ¿Thaled? – mi voz era un susurro ahogado – Thaled, dime algo… ¿Qué te ocurre?


Su rostro parecía grabado en piedra. Tendí la mano hacia el, y la retiré de golpe. Dos lágrimas de sangre brotaron de sus ojos, surcando sus mejillas, mientras de sus labios surgía un leve sonido a borboteo que culminó en un reguero de sangre que cayó a mis pies.

- ¡Thaled! – grité, presa de la incredulidad y del miedo. Entonces sentí la punzada de dolor en mi espalda y caí de bruces en la hierba, incapaz de mover un solo músculo, ni de pronunciar palabra alguna. Pero mi mente seguía despierta. Y mis ojos podían ver… Esa era mi condena.


Thaled se convulsionaba presa de frenéticos espasmos, y finalmente cayó de rodillas frente a mí. Quise cerrar los ojos. No ver su agonía. No sentir la mía. Pero mis párpados no respondieron. Entonces comprendí la señal. A lo lejos se acercaba una mujer, como una aparición acariciada por el viento. Sentí el poder que emanaba de ella, mientras sus pies descalzos acariciaban la hierba, y su vestido negro se elevaba al cielo dejando entrever sus piernas. Un peto negro tallado de rojo apenas cubría la blancura de su pecho. Sus cabellos dorados parecían alzarse salvajes como una corona viva. Pero fueron sus ojos los que le ayudaron a comprender. Sus ojos violetas, con aquellos matices anaranjados del fuego que ardía dentro de ella.

Nunca vi imagen más bella que aquella mujer. Ojala nunca hubiera llegado a verla. Pues aquella era la Maia de Nurn, y su poder había hecho frente al mismísimo Señor de Aran Fortin.


Se acercó a ellos con una sonrisa, y tras ella llegaron un grupo de hombres, al parecer al mando de un hombre curtido, alto, de ojos negros y cabellos castaños. Parecía asombrado, mientras observaba cómo la mujer se arrodillaba ante Thaled, observándolo con curiosidad. Uno de sus delicados dedos acarició la mejilla de mi amigo, tomando una gota de sangre, y para mi sorpresa se la llevó a los labios, saboreándola.

- Saluda a Mandos de mi parte – dijo, con voz dulce. Y entonces Thaled cayó de bruces también a mi lado, y la sangre inundo la pradera, que se tiñó de rojo.


- Deberíamos seguir, Dama Yestariel – dijo el hombre que parecía estar al mando. Y mi mente repitió “Yestariel”. - ¿Qué hacemos con este? – añadió señalándome.

Un aroma a flores salvajes inundó mi mente cuando ella se acercó a mí y me miró a los ojos. Intenté decirle que acabara conmigo de una vez, que ya había sido suficiente el dolor… Quería morir. Quería la paz.


Ella en cambio rió, y acarició mis lágrimas. Lágrimas que yo no había sentido brotar.

- No ha sido suficiente – dijo entonces – Tú serás mi enviado para Telimektar. La flecha en tu espalda te mantendrá inmovilizado, al menos hasta que yo lo desee… - se levantó y se dirigió al hombre de ojos negros – Tráelo con nosotros, Durthaur. Él será testigo de nuestra venganza.


Comprendí entonces la crueldad inmensa que se ocultaba bajo aquella belleza sobrenatural. El hombre llamado Durthaur me agarró de una pierna, y me arrastró tras él cuando reemprendieron la marcha, siguiendo a la Maia. Recordé entonces la pila de cadáveres que había dejado en las puertas de Aran Fortin. Recordé cómo había arrastrado yo otros hombres de manera similar, y lo mucho que me repugnaba aquella tarea. Pero yo aún no era un cadáver. Quería gritar que estaba vivo. Encerrado en mí mismo, deseaba llorar, gritar de dolor, desahogar la pena que sentía… Pero era inútil. Un reguero de sangre que sabía que era mía nos seguía también. Sentía como mi rostro y mis manos se iban despellejando por el roce de la tierra y las piedras, y no podía hacer nada.

Nos detuvimos apenas a unos metros del poblado que todavía dormía, y sentaron mi cuerpo a los pies de un árbol. La sangre que goteaba de mi rostro destrozado caía sobre los restos de mis manos, mientras mis ojos no podían dejar de mirar el poblado. Un poblado condenado a muerte.

- Es vuestro momento, caballeros – dijo Yestariel entonces.


No describiré aquel tormento. No tengo palabras aún para describir la salvaje atrocidad que aquellos desalmados llevaron a cabo entonces. Primero fueron los gritos. Los llantos. No pude ver nada, salvo sentir el pánico que se fue apoderando de los habitantes del pueblo. Unas campanas sonaron a lo lejos, pidiendo ayuda. Pero a pesar del alivio que sentí entonces, supe que cuando llegara la ayuda ya sería tarde para ellos.

Una mujer joven salió corriendo de una de las casas, con un bebé en brazos, y el vestido desgarrado y manchado de sangre. Lloraba y corría, trastabillando y mirando atrás. Me miró, y un gritó agudo escapó de su garganta. Sus ojos eran presas del pánico, pero también de una firme determinación. Salvar a su hijo. Intenté infundirle fuerzas, a pesar de mi silencio eterno. Pero no llegó muy lejos. Durthaur apareció delante de ella, y sujetó sus cabellos elevando su rostro al cielo. Deslizó una daga por el cuello de la joven, que se abrió como una fuente dejando escapar una cascada de sangre. El llanto del bebé al caer al suelo entre los brazos de su madre fue el único sonido que acompañó su muerte como una tétrica elegía.


Y mientras poco a poco las calles fueron convertidas en ríos rojos surcados de cuerpos inertes, el silencio se fue adueñando del pueblo. Un silencio que sabía a muerte.

El sonido de los cascos de los caballos sobre la tierra ahora roja precedió a la llegada de la ayuda. Yestariel se acercó a mí nuevamente, y se arrodillo junto a mi cuerpo maltrecho.


- ¿Ves ahora? A partir de ahora podrás sentir, y hablar… – susurró – Y este es legado de muerte que debes contar a tu Señor. La carne nurnita se paga a un alto precio. Dile que lo recuerde hoy cuando regrese de su matanza.

Y el dolor me inundó entonces. Ese dolor que llevaba guardado dentro de mí, en mi rostro, en mis manos, en mi espalda, y sobre todo, el dolor del alma por la muerte de Thaled. Y grité, lloré, gemí… mientras los soldados de la Guardia luchaban cuerpo a cuerpo contra los invasores. Mientras Yestariel avanzaba orgullosa ante ellos, sembrando la muerte con su espada y con sus ojos de amanecer.


Una flecha lejana alcanzó entonces a la Maia, seguida de otras más. Pude ver cómo se detenía un momento, mientras observaba incrédula la flecha clavada en su pecho, acompañada por otras alojadas en su pierna y en su hombro derecho. Las rompió con furia, y ordenó la retirada, sin dejar por ello de clavar su espada en el vientre de un soldado que se encontraba frente a ella antes de caer inconsciente por la gravedad de sus heridas.

Durthaur llegó hasta ella, y de una herida abierta en su frente caía un reguero de sangre. Tomando la frágil figura de Yestariel sobre sus hombros, se alejó del campo de batalla.


Y llegamos entonces al final de mi historia. Conseguí cerrar los ojos, y comprendí después que el dolor me había dejado inconsciente. Cuando desperté, apenas con un hilo de vida, los ojos de mi padre inundados de lágrimas me miraban incrédulos.

- Este es el legado de muerte que debes contar a tu Señor – le dije - La carne nurnita se paga a un alto precio.


Mi padre se hundió en el llanto, mientras mi cuerpo sucumbía sin una despedida. Incluso mis últimas palabras habían estado guiadas por aquella hechicera maldita, destinadas al Señor de Aran Fortín. Pero por fin llegó la paz.

La muerte me llevó entonces por los insondables pasillos de Mandos. Ahora se que Thaled y yo estaremos juntos más allá de La Muerte, pues se sienta a mi lado con una sonrisa, mientras yo cuento la historia de nuestro dolor y tormento.


Mas nos han dicho que hemos de esperar al día en que se vea cumplido el destino de Yestariel. Muchos otros esperan con nosotros, y no tenemos prisa. No me importa esperar, pues se que Thaled y yo esperaremos siempre juntos. Hasta el día en el que el Don de Iluvatar llegue hasta nosotros.

lunes, 23 de julio de 2007

Resumir unos meses


Creo que he perdido la costumbre de escribir en el Blog, y cuando eso ocurre, cuesta un mundo recuperarla. Y la verdad, me da mucho coraje, después de la paliza que me di construyendo este espacio, e intentando que fuera lo más agradable posible.

Pero cuando una se aleja tanto de la palabra escrita, después parece una misión imposible volver a plasmar en palabras su propia vida, sus pensamientos, y lo que la rodea. Y sobre todo cuando se trata de resumir en pocas palabras todo lo que representan varios meses de su vida.

No obstante trataré de hacerlo lo mejor que pueda. Y que sea lo que Erú quiera XD

Primero decir que finalmente conseguí que me despidieran de "El Corte Inglés", en una dura batalla en la que mis armas principales fueron las bajas "puteras", la insolencia, y la falta de preocupación por mi trabajo y todo lo que representaba XD Tanto Tere (compañera de batalla inseparable e inmejorable) como yo, hicimos todo lo posible por desesperar a mi jefa hasta límites insospechados, tal como ella había hecho antes con nosotras.

La victoria ha sido dulce, divertida y rentable. Las negociaciones con el Sr. Gallo, el "amabilísimo" Jefe de Personal de El Corte Inglés, fueron sobre todo, entretenidas y amenas. Desde el momento en que Tere le espetó que nos estaba tratando como clientes, hasta el día que llegamos a su despacho con una sonrisa irónica y reptiendo "Sr. Gallo, queremos daños morales". Su abogada, una tal Pilar de cuyo apellido no me acuerdo, porque su anódina y estúpida presencia no dejó una gran huella en mi persona, asumió para sí el papel del "poli malo". Un "poli" que duró un asalto, pues durante aquellas reuniones, hicimos gala de toda nuestra ironía, y del humor negro que nos caracteriza. Lo cual creo que les debió romper todos los esquemas.

Pero finalmente, firmamos. Cobramos nuestra indemnización, que contamos billete a billete delante de ellos (con frase lapidaria de Tere preguntando "¿Y cómo se que no son falsos? Que yo de esta gente no me fio...") Después de eso, llegó la tan ansiada libertad.

Aparte de eso, lo más importante ha sido el cambio de casa. Comprar piso es una tarea que puede compararse a escalar el Everest sin oxígeno. Sin oxígeno y contrareloj, y con una enorme mochila, también conocida como Sra. Hipoteca.

Primero se empieza con una búsqueda irreal del piso ideal. Ahí es donde uno empieza a darse cuenta de que lo que significa "bajo luminoso" significa en realidad que temerás el recibo de la luz por sobre todas las cosas. Allí donde uno lee "coqueto apartamento" debe entender que podrá dormir, ver la tele, comer y ducharse en la misma habitación.

Es entonces también cuando una se da cuenta de que el precio de la vivienda es inversamente proporcional al número de escalones del que consta la misma. Sobre todo teniendo en cuenta la ausencia de ascensores, el número de vecinos, y la situación geográfica de la misma.

Una puede sentir cómo le hierve la sangre cuando le hacen perder el tiempo, enseñándole un agujero mientras le dicen "que tiene muchas posibilidades". Mientras veíamos un dormitorio abuhardillado, la mujer muy amablemente nos explicaba que total, al dormitorio sólo se iba a dormir, mientras Alvaro apenas podía estar en la habitación de rodillas. Menos mal que no somos aficionados al "salto del tigre"... pero aún asi O_ô

Cuando nos estampamos con la realidad, como si fuera un muro de ladrillos, empezamos a calibrar cuál es el peso real de la Sra. Hipoteca, y qué es lo que nos podemos permitir cargar a cuestas. Es entonces cuando, por fin, vuelves de nuevo a la búsqueda dentro de los parámetros reales. Y cuando entiendes que tu piso ideal está muy lejos de tu Sra Hipoteca real.

Cuando empezamos a buscar piso, Alvaro quería algo en el centro, con al menos dos habitaciones, con la cocina independiente... Finalmente nos dimos cuenta de que teníamos que elegir entre coger el metro, o vivir en un agujero.

Finalmente, nos decidimos por el metro. Y lo encontramos. Nuestro piso. Nuestro hogar. Bueno, rectifico. Lo encontré XDDDD Mal que le pese a Alvaro, lo encontré yo :P Y empezaron las obras. Bueno, La Obra. Y después, la temida mudanza... (aquí tengo que agradecer a Elen, Tas y Tere por su ayuda inestimable, y sobre todo a Alvaro, por hacer su parte y la mía ;***) que terminó en una especie de síndrome de Diógenes, lleno de bolsas de basura llenas con nuestras pertenencias. Y pintar, y limpiar. Luchas por encontrar el "blanco luminoso". Los viajes al Ikea y al Leroy Merlin, en una especie de danza mística que consistía en comprar y devolver, comprar y devolver, y vuelta a comprar, y vuelta a devolver. Todo esto acompañados por un Alvaro desesperado, repitiendo una y otra vez "Cuando nos iremos de aquí para siempreeeeeeeeee".

La comida basura, porque estuvimos un mes entero sin cocina. El montaje de muebles del Ikea, las heridas, las tiritas de Spiderman, las manchas de pintura. El color "azul con motitas" que dejó manchurrones en las paredes. El clavo que al intentar sacarlo de la pared dejo un agujero del tamaño del metro. La pintura transparente, que en vez de pintar, borraba.

Pero todo terminó. Bueno, más o menos. Esto es una casa. Siempre quedan cosas por terminar, pero creo que después de todo, lo conseguimos. Nuestro propio hogar.

Y esto ha sido todo por hoy. Creo que ha sido un buen resumen, después de todo. Aunque no se si la palabra resumen se ajusta a la realidad XDDDDD Y después de esto, espero volver a la normalidad en el blog ;)

Bsos!!

domingo, 22 de julio de 2007

La Isla de la Media Luna


El tiempo estaba cambiando, y el invierno parecía haber descendido sobre las tierras de Eithel-Glîn repentinamente. Las mañanas aparecían cubiertas de una suave niebla, y el sol apenas era suficiente como para deshacerlas levemente en pequeños jirones que iban desapareciendo a lo largo del día.

Abandonaron la ciudad de Tyelpëosto amparados por la noche cubierta de estrellas y no miraron atrás. El hedor de la ciudad devastada los seguía, como un dedo acusador sobre el mal que habían llevado a aquellas tierras en otro tiempo hermosas. Ahora ya no quedaba nada. Sólo piedras muertas.

Mientras salían de la ciudad, Delissë paseó la mirada por el campo plagado de cabezas cercenadas que se extendía a los pies de los muros. Un cuervo parecía empeñado en arrancar a través de la carne roja del cuello una vena que le debía parecer especialmente apetitosa. Uno de los ojos del hombre, que un día mirara extasiado la belleza de la noche estrellada, pendía levemente de su cuenca. El otro permanecía todavía en su sitio, con el párpado semi cerrado, y parecía conservar una expresión de dolor inmenso. Otro cuervo aleteó grácilmente hasta él, terminó de arrancar el ojo con un picotazo que abrió la carne del hombre, y luego marchó a saborear la blanda carne muerta en un rincón.

Las aves negras bailotearon al paso del ejército de Nurn, protestando con ásperas voces al ver interrumpido el banquete. Rojo y negro parecían fundirse en uno solo, y mientras avanzaban en la noche, quedó atrás El Castigo.

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Las altas y escarpadas murallas de Eärondo ocultaban de su vista la ciudad de Aran Fortin. La isla, cubierta de una espesa niebla, parecía flotar levemente sobre el agua, y encerraba en ella una calma que sabía sólo era aparente.
La Compañía de Nurn llegaba desde Earramë, donde había robado los barcos más grandes del puerto, a sangre y fuego. Nadie había podido resistir su embate, y ahora, sin bandera visible, navegaban en pos de Aran Fortin, una ciudad con fama de infranqueable. Pero no habían sido suficientes, y muchos de ellos excedían con mucho el límite de su capacidad.

La guerra había afectado también al comercio de la zona, y eran pocos los comerciantes que se atrevían a realizar entregas en esa época. Más sabiendo la devastación que la alianza del Norte había llevado a las tierras de Eithel-Glîn. No era seguro, y ahora, el saqueo del puerto llevado a cabo por el salvaje ejército de Nurn había dado la razón a los más desconfiados.

Unos pasos tras ella anunciaron la presencia de Nulkaiel. La Señora de Nurn se había reunido con ellos en el improvisado puerto del Sîrfalle, y había traído consigo noticias del norte, del este y del sur. La ofensiva, tanto tiempo planeada, no había salido tan bien como habían esperado. Ahora, su nueva misión se encontraba en el oeste, en aquella isla donde el ejército Tercano había sido rechazado hacía pocos días, mientras ellos arrasaban con furia la capital del reino. Pero debían confiar que aquellos barcos sin bandera les abrieran el paso de la bahía, aquél que sus aliados habían encontrado cerrado.

- Los barcos de Nurn estarán llegando en estos momentos al puerto de Turelondë - dijo Nulkaiel, mientras se apoyaba en la baranda del barco. Sus cabellos de cobre ondeaban al viento, mientras miraba tras ella la flota que los seguía.

- Así debe ser - respondió Delissë entonces - Helerauko deberá darse prisa en llegar con el vampiro a Narmelost. Aunque no daría gran cosa por su vida...

- Es una raza extraña pero fuerte, quien sabe…

- Fue feroz en la batalla. Eso es más de lo que muchos podrían decir. Si muere, habrá dado la vida por algo tan grande que ni él mismo alcanzaría a comprender. Habrá dado la vida por Nurn.

Callaron un momento, escuchando el eterno rumor de las olas.

- Esta niebla es peligrosa - añadió Delissë al cabo de un rato.

- ¿Peligrosa? Esta niebla nos encubre a los ojos del enemigo… ¿o no es así?

- Los ojos del enemigo ven más allá de ella. Ya saben que venimos, y ahora temo que oculte al enemigo a nuestros ojos… - dejó flotando en el viento la última frase - Prepara tus arqueros, Nulkaiel, por que ya están aquí.

Nulkaiel miró a la maia, y sacudió la cabeza suavemente. Sabía que ella veía mucho más de lo que ningún otro podía ver, y no dudaba que tendría razón. Si había un peligro cerca, Delissë lo sabría. ¿Pero por qué no podía ser más clara? No lo pensó más y marchó a preparar a los arqueros. Sea lo que sea, pronto lo veré, se dijo a sí misma.

Delissë permaneció mirando el horizonte. Tras ellos, el resto de la flota parecía dividida. Los barcos que habían sido cargados en exceso quedaban rezagados, y eso no le gustaba en absoluto. “¡Maldita sea!”, pensó, “Si llegamos todos juntos a puerto, nos rodearán, y entonces sí que estaremos perdidos. Pero ellos han divido sus fuerzas, y todavía les sacamos ventaja en número… Quizás no sea tan malo después de todo que los barcos de Inglin hayan quedado rezagados”.

La niebla pareció rasgarse para dejar paso a una vela en el horizonte, seguida de otras muchas. Gritos de alerta resonaron de barco en barco, como un eco. Delissë se volvió para observar la reacción de Inglin. No la defraudó. Los ocho barcos de Inglin viraron, y se dirigieron a enfrentar directamente la embestida naval de la Alianza. Todavía tenían una oportunidad.

Mientras las flechas volaban de una flota a otra, grandes bolas de fuego surcaban el cielo en busca de un blanco en el agua. Pero la niebla los hacía lanzar a ciegas, y el poder de las catapultas de Aran Fortin se perdía en el agua salada.

Gritos de guerra resonaron en sus oídos, mientras veía acercarse el puerto. Cientos de orcos y hombres agitaban con furia sus armas, mientras clamaban por la sangre del enemigo, que casi podían sentir en sus labios. Muchos de ellos se lanzaron al agua, mientras lanzaban cientos de pasarelas de cuerda que aseguraban en cualquier punto del muelle, saliendo de los barcos como una riada, mientras una lluvia de flechas caía sobre ellos sin piedad alguna.

Los primeros orcos que habían llegado al muro fueron detenidos por cientos de balas de paja ardiendo que arrasaron y quemaron todo a su paso. Mientras, Nulkaiel y sus arqueros buscaban puntos más elevados en las cumbres que rodeaban la ciudad. Una flecha certera surcó el cielo del amanecer, silbando hasta llegar a ellos, y encontrado reposo en el pecho de Nulkaiel. Cayó de bruces, mientras se llevaba las manos al pecho, y luchaba por recobrar el aire.

Se incorporó lentamente, y sus ojos de miel observaron atónitos la flecha oscilante en su pecho, mientras sus labios entreabiertos luchaban por encontrar el aire que parecía escaparse a través de la herida, al mismo tiempo que la sangre que empezaba a cubrir por completo su vestido. No desistió. Con un gemido de dolor, partió la flecha, y volvió a ponerse en camino con dificultad. “Cuentan contigo”, pensó, “no puedes dejar de avanzar. No puedes dejar de responder…”

El ataque de fuego cesó y el ejército de Nurn se reagrupó nuevamente. Las puertas de la ciudad se abrieron, y el ejército de Aran Fortin avanzó entre las filas de orcos y hombres sembrando el caos a su paso. Un gran batallón de enanos defendía las puertas, y junto a ellas, pronto se agolparon cientos de miembros cercenados.

No sería suficiente. Delissë espoleó a Mirë, y avanzó sobre el enemigo, llevando consigo el terror y la muerte, insuflando en su ejército fuerzas renovadas. Desmontó de un salto, y sus llamas se alzaron frente a las puertas de la ciudad, mientras Airacil se bañaba en sangre.

Y mientras su espada danzaba al son de la muerte, Delissë buscaba a su enemigo con la mirada. Un elfo, vestido con la insignia de la Alianza se alzó ante ella, y no pudo más que sonreírle. Airacil destellaba en su mano, mientras la espada del elfo se cernía sobre ella. Paró el golpe con la espada, y el elfo se sintió confuso un instante, observando su sonrisa. Supo entonces que había alzado su espada contra alguien que estaba mucho más allá de su alcance, y que nada podía hacer para salvarse de la muerte.

Contempló la luz de Aman que se vislumbraba en los ojos de ella, oculta bajo el halo de maldad que cubría su mirada. Y tuvo un momento. Un momento para recordar a aquellos que había dejado tras las murallas de la ciudad. Un momento que le trajo la imagen dulce de su esposa, y la risa juguetona de sus hijos. Sólo fue un momento, justo antes de que la espada de la Maia se deslizará fría entre su carne. Justo antes de sentir el dolor.

La cabeza del elfo cayó rodando a sus pies, mientras su sangre todavía caliente se deslizaba a través de Airacil, goteando levemente en el suelo. Alzó la mirada, y por fin lo descubrió en la lejanía. Y él la vio a ella, y pudo ver cómo la furia hacía arder el cuerpo del Maia.

Ella rió entonces, mientras lo veía acercarse a través de la batalla. Se detuvo frente a ella, espada en mano, y sus miradas se enfrentaron durante un instante eterno, recordando quizás otros tiempos, perdidos en la memoria de ambos.

- Veo que quieres luchar contra mí. Edades incontables han pasado desde que partieras de Aman, el mal a echado raíces en tu corazón y la crueldad es solo comparable a tu belleza - dijo entonces Telimektar.

Ella permaneció en silencio, mientras el fragor de la batalla parecía apagarse tras el crepitar del fuego que ambos desprendían.

- Siempre tan amable - respondió ella con una sonrisa, mientras sus cabellos danzaban salvajes, ocultando sus ojos - Pero no quiero que te hagas falsas ilusiones, Telimektar. Sabes bien por qué estoy aquí, y la dulzura de tus palabras no evitará que la devastación de Eärondo.

- Si es lo que quieres… Lucharemos entonces, pero Aran nunca será tuya – respondió Telimektar, avanzando con furia hacia ella.

Airacil y Orion brillaron al encontrarse, y lo celebraron con un gran estruendo que golpeó la isla en sus cimientos. La tierra tembló, y las olas se levantaron furiosas al ser despertadas de su letargo, mientras en el muelle, los dos poderes de Aman se batían en duelo.

La defensa de las puertas parecía a punto de caer, y por un momento el ejército de Nurn se avalanzó sobre la ciudad. Pero sólo fue un momento, pues la bien armada caballería de Aran Fortin salió de la ciudad pasando por encima de los cadáveres que cubrían las puertas. La confusión reinó entonces entre los nurnitas, obligados a retroceder de nuevo hacia el muelle.

Pero los arqueros de Nulkaiel apostados en la cima lanzaron entonces cientos de flechas empenachadas de negro y rojo, que surcaron el aire ensañándose en hombres y bestias por igual. El relincho de los caballos heridos desgarró sus oídos, mientras hombres y orcos aprovechaban para acabar con los jinetes, desmembrando sus cuerpos en una sangrienta venganza. Ríos de sangre se deslizaron por la playa, para derramarse en el agua que lamía la orilla.

Barcos ardientes como teas iluminaban el horizonte teñido de rojo. La espuma de las olas que rompían en ellos llevaba consigo la sangre que caía de los barcos como una cascada. Inglin corría sobre la cubierta, ordenando otra vez el ataque de los arqueros apostados en ella. Cientos de flechas ardientes surcaban el aire sobre ella, en ambas direcciones.

- ¡A las velas! ¡Apuntad a las velas! – gritó con furia.

Y las velas de los barcos de Eithel-Glîn comenzaron a arder, cayendo implacables sobre la cubierta, prendiendo en su cubierta. Inglin sonrió entonces, pero su barco fue zarandeado con una fuerza indescriptible, mucho mayor que la fuerza de las olas. Paseó la mirada alrededor de sus barcos. Una extraña figura con forma femenina se alzó rápidamente golpeando uno de sus barcos, mientras arrastraba consigo a un infeliz que gritaba de terror mientras caía al agua. ¿Qué demonios…? Su mente pareció entumecerse con la duda… ¿Pero qué demonios era eso? Una mujer de cabellos rojos reía en el barco, y luego lo abandonó a la carrera, seguida por varios de los suyos, hasta su propio barco. Una gran explosión sacudió entonces el barco nurnita, lanzando virutas y trozos de madera que se incrustaron en todos aquellos que se encontraban cerca.

Inglin cerró los ojos, mientras sentía como la llamarada de fuego la golpeaba con intensidad, y la lanzaba de espaldas por la borda. Cayó en el agua semi inconsciente, y mientras se hundía en la inmensidad del mar se aferraba sólo a una idea. Venganza. Venganza. Venganza. Abrió los ojos, y pudo ver cientos de cuerpos cayendo en la muerte profunda del agua. Algo pareció asirla de repente, y sintió bajo su pecho algo firme. “Venganza... “ – musitó. Y cayó en la inconsciencia.

La tierra tembló. Una gran sacudida aturdió a ambos ejércitos, mientras el sonido de los truenos parecía retumbar en el cielo repentinamente negro que cubría la isla. Enormes olas hirvientes, altas como montañas arrasaron la costa, llevándose consigo al retirarse cientos de cuerpos abrasados. Soldados de ambos ejércitos cayeron de rodillas, suplicando piedad frente a lo que creían un castigo divino. Y Delissë supo después que fue entonces cuando perdió la batalla.

Nulkaiel, apostada en la cima del acantilado, fue alcanzada por las olas que barrían la bahía. Se volvió al sentir acercarse la enorme ola sobre ella, y el fuego hirviente que ésta traía consigo abrasó sus ojos, que se cerraron tarde al sentir el calor. El dolor lacerante que siguió la hizo caer de rodillas, incapaz de encontrar con sus manos ciegas un punto de apoyo que la retuviera en la colina, y la ola regresó nuevamente al mar, llevándose consigo el cuerpo roto en mil pedazos de la elfa.

Y ajenos a la devastación que causaban, Delissë y Telimektar combatían con furia, mientras el fuego de su propio poder incontrolado les alzaba del suelo, y sus espadas respondían a cada embate, sin descanso. Pero finalmente fueron alejados por una repentina ola de fuego, y quedaron mirándose mutuamente, con la respiración entrecortada.

- ¡Sabes tan bien como yo que nunca podrás vencerme! - dijo él, con una ira inmensa en la mirada.

- No lo sabes, Telimektar - sonrió ella, mientras su pecho subía y bajaba agitado, al compás de su respiración. El fuego que la envolvía daba a su piel un color dorado, y sus ojos parecían brillar más que nunca - Ambos fuimos concebidos como iguales en la mente de Iluvatar… ¿Por qué habrías acaso de soñar que encierras más poder que yo?

Telimektar no respondió, y se lanzó al ataque siguiendo un loco impulso. Y ella respondió de igual manera, saliendo a su encuentro. El silencio expectante fue roto por el sordo retumbar que emitieron las espadas al cruzarse en el cielo, y la oscuridad pareció diluirse un instante, pues las espadas estallaron en el aire, emitiendo miles de destellos de luz cegadora.

Delissë se sintió arrastrada en el aire, y finalmente cayó de espaldas en el suelo. Sintió un dolor profundo en el costado derecho, pero no supo reconocerlo hasta después. Se levantó, y observó como los restos de Airacil caían entre el muro de llamas que ahora separaba a ambos ejércitos. Al otro lado, Telimektar daba órdenes de retirada, y Delissë se internó en la muralla de fuego, recogiendo con reverencia los fragmentos de Airacil. Sus ojos violetas observaron la retirada del ejército enemigo, y las puertas de la ciudad se cerraron para ellos.

Se volvió entonces, ordenando el regreso, cuando sintió la sangre que corría a través del vestido. Había caído sobre una espada mellada, que se había incrustado en su cuerpo produciendo una herida bastante profunda. Suspiró entonces. Todo había sido un desastre desde el principio, y ahora sólo quedaba regresar con las manos vacías. Pero volverían. Sabía que volverían, y entonces, tal vez, la hermosa ciudad que ahora se encerraba en sí misma como un caparazón de piedra, sería suya.

Los barcos fueron cargados de heridos rápidamente, y Delissë descubrió entre ellos a Nulkaiel, con el rostro pálido y los ojos cerrados cubiertos de llagas supurantes.

- Llevadla a su camarote - ordenó - En seguida acudiré a atenderla.

“Malditos”, pensó, “Maldito seas Telimektar. Tu y todos los que te siguen conoceréis pronto el dolor, y será tan intenso que desearás haber muerto este día.”

Los barcos de Inglin permanecían extrañamente quietos en la lejanía, ahora que el mar había recuperado la calma. Pero eran pocos los que quedaban a flote. La ruina había sido total. Una barca se acercó remando veloz, y los soldados se encargaron de alzar a los heridos que habían conseguido rescatar de los naufragios. Inglin, inconsciente, fue depositada en una improvisada camilla. Se acercó a ella, y depositó un suave beso en su frente. Había estado a punto de morir ahogada, y su cuerpo, exhausto, no respondía. Su cuerpo descansaría junto al de Nulkaiel, y mientras se la llevaban, Delissë arrancó de su cuerpo la espada mellada que hasta entonces permanecía clavada en ella. Sus ojos se nublaron con el dolor, y la sangre escapó a borbotones de la herida.

“Pronto. Pronto os llegará la hora de pagar. La muerte y el llanto anegarán estas tierras, y las montañas de Eärondo se teñirán de rojo. Y buscareis la piedad en mi mano. Una piedad que no encontraréis, ni en la vida ni en la muerte”