martes, 16 de septiembre de 2008

"Canto que mal me sales, cuando tengo que cantar espanto...

... Espanto como el que vivo, como el que muero, espanto."

Apenas hace unos días se cumplían 35 años del Golpe de Estado en Chile, y al preparar aquella entrada se me ocurrieron varias posibles opciones para conmemorar dicha fecha; entre ellas hablar de Victor Jara.
Sin embargo decidí que en lugar de elegir una u otra opción, la entrada acerca de Victor Jara podía esperar a un día más adecuado. Un día como hoy. Victor Jara murió asesinado por las fuerzas golpistas en el Estadio Nacional de Chile el 16 de Septiembre de 1973. Fueron 44 tiros los que acabaron con su vida tal día como hoy hace 35 años, para después arrojar su cuerpo inerte tras unos matorrales junto al Cementerio Metropolitano.
Fueron 44 tiros los que acabaron con su vida, sus sueños, su esperanza; 44 tiros que sin embargo no pudieron silenciar su legado, sus ansias de justicia, su voz, y convirtieron a Victor Jara en un nuevo símbolo de la lucha pacífica pero no silenciosa.

Hace algunos años ya conocí en Bilbao a su esposa, Joan Turner, durante una conferencia que organizabamos en el Centro Cultural Pablo Neruda. Ni que decir tiene que ya la admiraba sin conocerla, pero fue entonces cuando pude ver por mi misma toda la entereza de ésta mujer. Por aquél entonces era una extranjera en un país que se hundía en la miseria, un país en la que la vida no valía nada. Escuchar de sus propios labios cómo fue capaz de entrar en aquella morgue infame llena de cuerpos rotos, destrozados, y entre todos ellos encontrar el de su marido... Y con el tiempo, ésta mujer consiguió recuperar la obra de su marido, sacarla de un país donde estaba condenada a desaparecer por la prohibición y el miedo, y salvaguardarla para que a pesar de todo no se le olvidara. Para que su legado siguiera con nosotros, y él, de alguna manera, siguiera vivo para siempre.

Victor y Joan Jara representan a muchas otras familias anónimas que pasaron por la misma situación durante aquellos días y durante todo el tiempo que duró la dictadura en Chile. Son el ejemplo de esa resistencia espiritual que todas llevaron a cabo, de la resistencia moral, de la lucha justa.

Es por eso que quiero terminar ésta entrada con una carta abieta a Victor Jara, escrita en 1987 por el cantautor chileno Angel Parra.

"Querido Victor,
Me despierto con ganas tremendas de escribirte para contarte lo que me sucedió anoche 24 de diciembre. Serían como las 12:10 cuando sonó el teléfono, nosotros dormíamos profundo, lo de siempre cuando te despiertas antes de haber terminado su noche ¿quién será? ¿por qué tan tarde? etc. La llamada era de Chile, para decirme que formaba parte de los perdonados, que era parte del paquete de regalo de pascua que la dictadura ofrecía este año.

La voz de mi querida hermana sonaba radiante ¿te acuerdas Victor de su voz? ¡Se te acabó el exilio hermano, se te acabó el exilio! Por un segundo compartí de corazón su alegría, la alegría de tantos otros que pelean todos los días a brazo partido por el fin del exilio y que en mi caso consiguieron mi perdón. Perdón ¿pero de qué, Dios mío me pregunto?

¿Me están perdonando tus 40 balas por la espalda?

¿Mi padre a quien no volveré a ver?

Ellos me estan perdonando nuestros 30 mil muertos y ¿el río Mapocho ensangrentado? ¿Me perdonarán acaso los cadáveres que traía el Renaico en Mulchén? ¿Los fusilados de Calama (al quinteo, es decir, 1-2-3-4-5 tú), el director de la Sinfónica Infantil de La Serena? ¿El padre de Jarlan símbolo de los pobladores torturados, violados, relegados, expulsados, encarcelados, desaparecidos? ¿Carmen Gloria, Rodrigo?

Parece que debo hacer una reverencia y agradecer el perdón, aquí no ha pasado nada y tan amigos como antes.

¿Qué te parece Victor? A veces pienso que es mucha la generosidad y que soy un malagradecido.

Me perdonan Marta Ugarte, Tucapel, el Chino Díaz, Weibell, los degollados, Pepe Carrasco, Corpu Cristi, y yo no sé agradecer.

¿Me siguen perdonando los cinco jóvenes desaparecidos en septiembre del 87, mi pueblo hambriento, la cesantía, la prostitución infantil, y este nudo en la garganta permanente desde hace 14 años también me lo perdonan? Me pregunto si en este gesto están incluidos mis amigos muertos en el exilio, Lira Massi, Ramirez Necochea, Guillermo Atias, Vega Queratt.

Estas en la lista. ¿Cuál lista, la de los que pueden reir, pensar, circular, amar, morir, vivir?

En fin amigo Victor, hace mucho tiempo que quería escribirte pero ya me conoces, soy un poco flojo. Te contaré que estoy componiendo mucho, entre merengues, tonadas, cumbias y cuecas, oratorios y pasiones, el tiempo pasa y se queda inscrito en el alma.

Quiero hablarte un poco de mi mujer, a quien no conociste, pero conocerás algún día, o no, mejor lo verás en ella cuando llegue el momento. Ella me ha dado algo que yo no sé como se llama, pero que se traduce en una cierta seguridad, equilibrio y alegría de vivir. La misma que tú tenías junto a tu mujer. Me acuero perfectamente de tu claridad y seguridad en tus pasos, aventuras y destinos. Y eso se reflejaba en tu trabajo, el teatro, la peña, el partido, los sindicatos y los amigos. Siempre tenías tiempo para todo (yo me cansaba de mirarte). Me acuerdo que la Viola me decía, aprende, aprende. Espero haber aprendido algo.

Por ejemplo:

Que la humildad, el heroísmo, no se venden ni se compran; que la amistad es el amor en desarrollo; que los hombres son libres solamente cuando cantan, flojean o trabajan, chutean el domingo la pelota o se toman sus vinitos por las tardes, le cambien los pañales a sus guaguas, distinguen las ortigas del cilantro, cuando rezan en silencio porque creen, y son fieles a su pueblo eternamente, como tú y como miles de anónimos maestros somnolientos, de domésticas, mineros, profesores, bailarinas, guitarreras de la Patria.

También quiero decirte al despedirme que París está bello éste invierno, que no acepto los perdones ofrecidos, que mi patria la contengo en una lágrima, que vendré a visitarte en primavera. Que saludes a mis padres cuando puedas. Que tengo la memoria de la historia, y que todo crimen que se haya cometido deberá ser juzgado sin demora. Que la dignidad es esencial al ser humano. Que el año que viene será ancho de emociones, esperanzas y trabajos, sobre todo para ustedes, Victor Jara, que siembran trigo y paz en nuestros campos.
Angel Parra, París 1987"



Fotografía: Omaggio a Victor Jara de Roberto De Angelis.

1 comentario:

Wizzy dijo...

que chula la carta, creo que es uno de mis posts favoritos de este blog